Entre nimbos cristalinos
navega mi acero alado
hacia el paisaje de cocos,
hacia el imperio de mangos.
La villa de cocoteros,
del jolgorio y del turismo
canturreaba sus recuerdos
como sueños sin sentido.
Surge la Bata que busco
Entre nimbos cristalinos
navega mi acero alado
hacia el paisaje de cocos,
hacia el imperio de mangos.
La villa de cocoteros,
del jolgorio y del turismo
canturreaba sus recuerdos
como sueños sin sentido.
Surge la Bata que busco
entre aires de mar y jungla
y bajo el manto perlado
de sus soles y sus lunas.
La ciudad del torreón
tiene semblanza de fiesta,
tardes henchidas de vida
y una feria que desvela
hasta el colmo de la noche.
La ciudad del ecuador
besa muda los kong-kong
de su histórico reloj.
En sus noches africanas
suspira aires de Ngoló
entre ecos y danzas rítmicas
que hierven el ecuador
cuando tormentas de octubre
inundan las noches negras
con descargas torrenciales
que su atmósfera dispersa.
Con el giro vespertino
su cielo exhala tabú,
la torre sin inmutarse
besa arrogante su azul,
al tranquilizarse el tiempo
con sus ondas invasoras
Bata barre con el viento
sus calles rotas y amorfas.
Ella vibraba de fiesta
con su ambiente pintoresco
de cálida urbe bantú,
sin rencores ni complejos.
También lloraba de angustias
con su corazón surcado
de congojas, de martirio,
de los dramas del pasado.
Vi en su semblante de arrugas
un festival de esperanzas,
un arsenal de fantasmas,
pesadillas, añoranzas.
Vi su parque de marfil,
vi su playa tropical
estoica, triste y trocada
en mil fangos de cristal.
Vi hermosuras de diamante
con su gracia juvenil
ofrecer a los lactantes
sus papayas de marfil.
Era una ciudad sin casco,
enfermiza y amargada.
Infinitamente triste,
sosa, ñoña, resignada.
La ciudad del torreón
sufre penuria de harina,
de agua, de carne, de coches,
de misas, de gasolina...
la ciudad del torreón
es un poema de recuerdos
que abre tímidas sonrisas
a su picaresco pueblo.
La ciudad de los palacios
suspira noches de rumba,
de acordes, antologías
y folklore en sus penumbras.