Son los celos una guerra
que aflige, asombra y quebranta,
de quien la tierra se espanta
y de quien tiembla la tierra.
Nunca dejan sosegar
al corazón que maltratan;
en sólo un momento matan,
tardando un siglo en matar.
Son parasismo cruel
que atemoriza y suspende;
son rayo que el pecho hiende
y se queda dentro de él.
Son perro que está ladrando
y velar hace al sentido;
sueño que le trae dormido,
por momentos despertando.
Son una antigua querella,
son fuerza y son voluntad;
enemigos de verdad,
por ser tan amigos de ella.
Son jueces tan esquivos
que lo por venir castigan;
a dar libertad se obligan;
hacen los libres cautivos.
Son una larga avaricia
y un tributo de cuidado
que, después que se ha pagado,
se debe con más justicia.
Son un verdugo feroz,
a infames obras sujeto,
y un pregonero secreto
que habla sin lengua ni voz.
Son mar de tormenta y calma
donde nadie nos defiende,
y hierro que al alma prende
y se arranca con el alma.
Ponen la paz en destierro,
y son una piedra imán
que continuamente están
trayendo por fuerza el hierro.
Caminan hacia el olvido
y no paran donde llegan;
en lo porvenir se ciegan
y ven lo que no ha venido.
Tienen la envidia por madre,
y de amor van procediendo,
mas vuelven luego, en naciendo,
a engendrar su mismo padre.
¡Oh enredo largo y prolijo
donde tal milagro se hace,
que el hijo del padre nace
y el padre nace del hijo!
Quiérome librar de ti,
pues ya, con dolor eterno,
vivo en perdurable infierno
o vive el infierno en mí.