Yo no quiero ser poeta para cantar a África. Yo no quiero ser poeta para glosar lo negro. Yo no quiero ser poeta así.
El poeta no es cantor de bellezas. El poeta no luce la brillante piel negra. El poeta, este poeta no tiene voz para andares ondulantes de hermosas damas de pelos rizados y caderas redondas.
El poeta llora su tierra inmensa y pequeña dura y frágil luminosa y oscura rica y pobre.
Este poeta tiene su mano atada a las cadenas que atan a su gente. Este poeta no siente nostalgia de glorias pasadas. Yo no canto al sexo exultante que huele a jardín de rosas. Yo no adoro labios gruesos que saben a mango fresco.
Yo pienso en la mujer encorvada bajo su cesto cargado de leña con un niño chupando la teta vacía. Yo describo la triste historia de un mundo poblado de blancos negros rojos y amarillos que saltan de charca en charca sin hablarse ni mirarse.
El poeta llora a los muertos que matan manos negras en nombre de la Negritud. Yo canto con mi pueblo una vida pasada bajo el cacaotero para que ellos merienden cho-co-la-te.
Si su pueblo está triste, el poeta está triste. Yo no soy poeta por voluntad divina. El poeta es poeta por voluntad humana.
Yo no quiero la poesía que sólo deleita los oídos de los poetas. Yo no quiero la poesía que se lee en noches de vino tinto y mujeres embelesadas.
Poesía, sí. Poetas, sí. Pero que sepan lo que es el hombre y por qué sufre el hombre y por qué gime el hombre.