Crucifixión, de Federico García Lorca | Poema

    Poema en español
    Crucifixión

    La luna pudo detenerse al fin por la curva blanquísima de los caballos. 
    Un rayo de luz violeta que se escapaba de la herida 
    proyectó en el cielo el instante de la circuncisión de un niño muerto. 

    La sangre bajaba por el monte y los ángeles la buscaban, 
    pero los cálices eran de viento y al fin llenaba los zapatos. 
    Cojos perros fumaban sus pipas y un olor de cuero caliente 
    ponía grises los labios redondos de los que vomitaban en las esquinas. 
    Y llegaban largos alaridos por el Sur de la noche seca. 
    Era que la luna quemaba con sus bujías el falo de los caballos. 
    Un sastre especialista en púrpura 
    había encerrado a tres santas mujeres 
    y les enseñaba una calavera por los vidrios de la ventana. 
    Las tres en el arrabal rodeaban a un camello blanco, 
    que lloraba porque al alba 
    tenía que pasar sin remedio por el ojo de una aguja. 
    ¡Oh cruz! ¡Oh clavos! ¡Oh espina! 
    ¡Oh espina clavada en el hueso hasta que se oxiden los planetas! 
    Como nadie volvía la cabeza, el cielo pudo desnudarse. 
    Entonces se oyó la gran voz y los fariseos dijeron: 
    Esa maldita vaca tiene las tetas llenas de leche. 
    La muchedumbre cerraba las puertas 
    y la lluvia bajaba por las calles decidida a mojar el corazón 
    mientras la tarde se puso turbia de latidos y leñadores 
    y la oscura ciudad agonizaba bajo el martillo de los carpinteros. 

    Esa maldita vaca 
    tiene las tetas llenas de perdigones, 
    dijeron los fariseos. 
    Pero la sangre mojó sus pies y los espíritus inmundos 
    estrellaban ampollas de laguna sobre las paredes del templo. 
    Se supo el momento preciso de la salvación de nuestra vida. 
    Porque la luna lavó con agua 
    las quemaduras de los caballos 
    y no la niña viva que callaron en la arena. 
    Entonces salieron los fríos cantando sus canciones 
    y las ranas encendieron sus lumbres en la doble orilla del río. 
    Esa maldita vaca, maldita, maldita, maldita 
    no nos dejará dormir, dijeron los fariseos, 
    y se alejaron a sus casas por el tumulto de la calle 
    dando empujones a los borrachos y escupiendo sal de los sacrificios 
    mientras la sangre los seguía con un balido de cordero. 

    Fue entonces 
    y la tierra despertó arrojando temblorosos ríos de polilla. 

    Federico García Lorca (Fuentevaqueros, 5 de junio de 1898 – camino de Víznar a Alfacar, 1936) fue un poeta y dramaturgo español, adscrito a la generación del 27. Desde pequeño entró en contacto con las artes a través de la música y el dibujo. En 1915 comenzó a estudiar Filosofía y Letras, así como Derecho, en la Universidad de Granada. Formó parte de El Rinconcillo, tertulia de los artistas granadinos, donde conoció a Manuel de Falla. Entre 1916 y 1917 realizó una serie de viajes por España con sus compañeros de estudios, que inspiraron su primer libro Impresiones y paisajes (1918). En 1919 se instaló en la Residencia de Estudiantes de Madrid, coincidiendo con numerosos artistas e intelectuales como Luis Buñuel, Rafael Alberti o Salvador Dalí. Allí empezó a florecer su actividad literaria, con la publicación de obras como Libro de poemas (1921) o El maleficio de la mariposa (1920). En 1929 viajó a Nueva York por sugerencia de Fernando de los Ríos, plasmando este viaje en Poeta en Nueva York, que se publicaría cuatro años después de su muerte, en 1940. En 1931 fundó el grupo teatral universitario La Barraca, para acercar el teatro al pueblo mediante obras del Siglo de Oro. Otro viaje a Buenos Aires en 1933 hizo crecer más su popularidad con el estreno de Bodas de Sangre y a su vuelta a España, un año después, siguió publicando diversas obras como Yerma o La casa de Bernarda Alba. En 1936, al regresar a Granada, fue detenido y fusilado por sus ideas liberales.