Elegía a doña Juana la Loca, de Federico García Lorca | Poema

    Poema en español
    Elegía a doña Juana la Loca

    A Melchor Fernández Almagro 
     
    Princesa enamorada sin ser correspondida. 
    Clavel rojo en un valle profundo y desolado. 
    La tumba que te guarda rezuma tu tristeza 
    a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol. 

    Eras una paloma con alma gigantesca 
    cuyo nido fue sangre del suelo castellano, 
    derramaste tu fuego sobre un cáliz de nieve 
    y al querer alentarlo tus alas se troncharon. 

    Soñabas que tu amor fuera como el infante 
    que te sigue sumiso recogiendo tu manto. 
    Y en vez de flores, versos y collares de perlas, 
    te dio la Muerte rosas marchitas en un ramo. 

    Tenías en el pecho la formidable aurora 
    de Isabel de Segura. Melibea. Tu canto, 
    como alondra que mira quebrarse el horizonte, 
    se torna de repente monótono y amargo. 

    Y tu grito estremece los cimientos de Burgos. 
    Y oprime la salmodia del coro cartujano. 
    Y choca con los ecos de las lentas campanas 
    perdiéndose en la sombra tembloroso y rasgado. 

    Tenías la pasión que da el cielo de España. 
    La pasión del puñal, de la ojera y el llanto. 
    ¡Oh princesa divina de crepúsculo rojo, 
    con la rueca de hierro y de acero lo hilado! 

    Nunca tuviste el nido, ni el madrigal doliente, 
    ni el laúd juglaresco que solloza lejano. 
    Tu juglar fue un mancebo con escamas de plata 
    y un eco de trompeta su acento enamorado. 

    Y, sin embargo, estabas para el amor formada, 
    hecha para el suspiro, el mimo y el desmayo, 
    para llorar tristeza sobre el pecho querido 
    deshojando una rosa de olor entre los labios. 

    Para mirar la luna bordada sobre el río 
    y sentir la nostalgia que en sí lleva el rebaño 
    y mirar los eternos jardines de la sombra, 
    ¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol! 

    ¿Tienes los ojos negros abiertos a la luz? 
    O se enredan serpientes a tus senos exhaustos... 
    ¿Dónde fueron tus besos lanzados a los vientos? 
    ¿Dónde fue la tristeza de tu amor desgraciado? 
    En el cofre de plomo, dentro de tu esqueleto, 
    tendrás el corazón partido en mil pedazos. 

    Y Granada te guarda como santa reliquia, 
    ¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol! 
    Eloisa y Julieta fueron dos margaritas, 
    pero tú fuiste un rojo clavel ensangrentado 
    que vino de la tierra dorada de Castilla 
    a dormir entre nieve y ciprerales castos. 

    Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana, 
    los cipreses, tus cirios; 
    la sierra, tu retablo. 
    Un retablo de nieve que mitigue tus ansias, 
    ¡con el agua que pasa junto a ti! ¡La del Dauro! 

    Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana, 
    la de las torres viejas y del jardín callado, 
    la de la yedra muerta sobre los muros rojos, 
    la de la niebla azul y el arrayán romántico. 

    Princesa enamorada y mal correspondida. 
    Clavel rojo en un valle profundo y desolado. 
    La tumba que te guarda rezuma tu tristeza 
    a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol.

    Federico García Lorca (Fuentevaqueros, 5 de junio de 1898 – camino de Víznar a Alfacar, 1936) fue un poeta y dramaturgo español, adscrito a la generación del 27. Desde pequeño entró en contacto con las artes a través de la música y el dibujo. En 1915 comenzó a estudiar Filosofía y Letras, así como Derecho, en la Universidad de Granada. Formó parte de El Rinconcillo, tertulia de los artistas granadinos, donde conoció a Manuel de Falla. Entre 1916 y 1917 realizó una serie de viajes por España con sus compañeros de estudios, que inspiraron su primer libro Impresiones y paisajes (1918). En 1919 se instaló en la Residencia de Estudiantes de Madrid, coincidiendo con numerosos artistas e intelectuales como Luis Buñuel, Rafael Alberti o Salvador Dalí. Allí empezó a florecer su actividad literaria, con la publicación de obras como Libro de poemas (1921) o El maleficio de la mariposa (1920). En 1929 viajó a Nueva York por sugerencia de Fernando de los Ríos, plasmando este viaje en Poeta en Nueva York, que se publicaría cuatro años después de su muerte, en 1940. En 1931 fundó el grupo teatral universitario La Barraca, para acercar el teatro al pueblo mediante obras del Siglo de Oro. Otro viaje a Buenos Aires en 1933 hizo crecer más su popularidad con el estreno de Bodas de Sangre y a su vuelta a España, un año después, siguió publicando diversas obras como Yerma o La casa de Bernarda Alba. En 1936, al regresar a Granada, fue detenido y fusilado por sus ideas liberales.