Invocación al laurel, de Federico García Lorca | Poema

    Poema en español
    Invocación al laurel

    A Pepe Cienfuegos 
     
    Por el horizonte confuso y doliente 
    venía la noche preñada de estrellas. 
    Yo, como el barbudo mago de los cuentos, 
    sabía el lenguaje de flores y piedras. 

    Aprendí secretos de melancolía, 
    dichos por cipreses, ortigas y yedras; 
    supe del ensueño por boca del nardo, 
    canté con los lirios canciones serenas. 

    En el bosque antiguo, lleno de negrura, 
    todos me mostraban sus almas cual eran: 
    el pinar, borracho de aroma y sonido; 
    los olivos viejos, cargados de ciencia; 
    los álamos muertos, nidales de hormigas; 
    el musgo, nevado de blancas violetas. 

    Todo hablaba dulce a mi corazón 
    temblando en los hilos de sonora seda 
    con que el agua envuelve las cosas paradas 
    como telaraña de armonía eterna. 

    Las rosas estaban soñando en la lira, 
    tejen las encinas oros de leyendas, 
    y entre la tristeza viril de los robles 
    dicen los enebros temores de aldea. 

    Yo comprendo toda la pasión del bosque: 
    ritmo de la hoja, ritmo de la estrella. 
    Mas decidme, ¡oh cedros!, si mi corazón 
    dormirá en los brazos de la luz perfecta. 

    Conozco la lira que presientes, rosa: 
    formé su cordaje con mi vida muerta. 
    ¡Dime en qué remanso podré abandonarla 
    como se abandonan las pasiones viejas! 

    ¡Conozco el misterio que cantas, ciprés; 
    soy hermano tuyo en noche y en pena; 
    tenemos la entraña cuajada de nidos, 
    tú de ruiseñores y yo de tristezas! 

    ¡Conozco tu encanto sin fin, padre olivo, 
    al darnos la sangre que extraes de la Tierra, 
    como tú, yo extraigo con mi sentimiento 
    el óleo bendito 
    que tiene la idea! 

    Todos me abrumáis con vuestras canciones; 
    yo sólo os pregunto por la mía incierta; 
    ninguno queréis sofocar las ansias 
    de este fuego casto 
    que el pecho me quema. 

    ¡Oh laurel divino, de alma inaccesible, 
    siempre silencioso, 
    lleno de nobleza! 
    ¡Vierte en mis oídos tu historia divina, 
    tu sabiduría profunda y sincera! 

    ¡Árbol que produces frutos de silencio, 
    maestro de besos y mago de orquestas, 
    formado del cuerpo rosado de Dafne 
    con savia potente de Apolo en tus venas! 

    ¡Oh gran sacerdote del saber antiguo! 
    ¡Oh mudo solemne cerrado a las quejas! 
    Todos tus hermanos del bosque me hablan; 
    ¡sólo tú, severo, mi canción desprecias! 

    Acaso, ¡oh maestro del ritmo!, medites 
    lo inútil del triste llorar del poeta. 
    Acaso tus hojas, manchadas de luna, 
    pierdan la ilusión de la primavera. 

    La dulzura tenue del anochecer, 
    cual negro rocío, tapizó la senda, 
    teniendo de inmenso dosel a la noche, 
    que venía grave, preñada de estrellas.

    Federico García Lorca (Fuentevaqueros, 5 de junio de 1898 – camino de Víznar a Alfacar, 1936) fue un poeta y dramaturgo español, adscrito a la generación del 27. Desde pequeño entró en contacto con las artes a través de la música y el dibujo. En 1915 comenzó a estudiar Filosofía y Letras, así como Derecho, en la Universidad de Granada. Formó parte de El Rinconcillo, tertulia de los artistas granadinos, donde conoció a Manuel de Falla. Entre 1916 y 1917 realizó una serie de viajes por España con sus compañeros de estudios, que inspiraron su primer libro Impresiones y paisajes (1918). En 1919 se instaló en la Residencia de Estudiantes de Madrid, coincidiendo con numerosos artistas e intelectuales como Luis Buñuel, Rafael Alberti o Salvador Dalí. Allí empezó a florecer su actividad literaria, con la publicación de obras como Libro de poemas (1921) o El maleficio de la mariposa (1920). En 1929 viajó a Nueva York por sugerencia de Fernando de los Ríos, plasmando este viaje en Poeta en Nueva York, que se publicaría cuatro años después de su muerte, en 1940. En 1931 fundó el grupo teatral universitario La Barraca, para acercar el teatro al pueblo mediante obras del Siglo de Oro. Otro viaje a Buenos Aires en 1933 hizo crecer más su popularidad con el estreno de Bodas de Sangre y a su vuelta a España, un año después, siguió publicando diversas obras como Yerma o La casa de Bernarda Alba. En 1936, al regresar a Granada, fue detenido y fusilado por sus ideas liberales.