Lluvia, de Federico García Lorca | Poema

    Poema en español
    Lluvia

    La lluvia tiene un vago secreto de ternura, 
    algo de somnolencia resignada y amable, 
    una música humilde se despierta con ella 
    que hace vibrar el alma dormida del paisaje. 

    Es un besar azul que recibe la Tierra, 
    el mito primitivo que vuelve a realizarse. 
    El contacto ya frío de cielo y tierra viejos 
    con una mansedumbre de atardecer constante. 

    Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores 
    y nos unge de espíritu santo de los mares. 
    La que derrama vida sobre las sementeras 
    y en el alma tristeza de lo que no se sabe. 

    La nostalgia terrible de una vida perdida, 
    el fatal sentimiento de haber nacido tarde, 
    o la ilusión inquieta de un mañana imposible 
    con la inquietud cercana del color de la carne. 

    El amor se despierta en el gris de su ritmo, 
    nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre, 
    pero nuestro optimismo se convierte en tristeza 
    al contemplar las gotas muertas en los cristales. 

    Y son las gotas: ojos de infinito que miran 
    al infinito blanco que les sirvió de madre. 

    Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio 
    y le dejan divinas heridas de diamante. 
    Son poetas del agua que han visto y que meditan 
    lo que la muchedumbre de los ríos no sabe. 

    ¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos, 
    lluvia mansa y serena de esquila y luz suave, 
    lluvia buena y pacifica que eres la verdadera, 
    la que llorosa y triste sobre las cosas caes! 

    ¡Oh lluvia franciscana que llevas a tus gotas 
    almas de fuentes claras y humildes manantiales! 
    Cuando sobre los campos desciendes lentamente 
    las rosas de mi pecho con tus sonidos abres. 

    El canto primitivo que dices al silencio 
    y la historia sonora que cuentas al ramaje 
    los comenta llorando mi corazón desierto 
    en un negro y profundo pentágrama sin clave. 

    Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena, 
    tristeza resignada de cosa irrealizable, 
    tengo en el horizonte un lucero encendido 
    y el corazón me impide que corra a contemplarte. 

    ¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman 
    y eres sobre el piano dulzura emocionante; 
    das al alma las mismas nieblas y resonancias

    Federico García Lorca (Fuentevaqueros, 5 de junio de 1898 – camino de Víznar a Alfacar, 1936) fue un poeta y dramaturgo español, adscrito a la generación del 27. Desde pequeño entró en contacto con las artes a través de la música y el dibujo. En 1915 comenzó a estudiar Filosofía y Letras, así como Derecho, en la Universidad de Granada. Formó parte de El Rinconcillo, tertulia de los artistas granadinos, donde conoció a Manuel de Falla. Entre 1916 y 1917 realizó una serie de viajes por España con sus compañeros de estudios, que inspiraron su primer libro Impresiones y paisajes (1918). En 1919 se instaló en la Residencia de Estudiantes de Madrid, coincidiendo con numerosos artistas e intelectuales como Luis Buñuel, Rafael Alberti o Salvador Dalí. Allí empezó a florecer su actividad literaria, con la publicación de obras como Libro de poemas (1921) o El maleficio de la mariposa (1920). En 1929 viajó a Nueva York por sugerencia de Fernando de los Ríos, plasmando este viaje en Poeta en Nueva York, que se publicaría cuatro años después de su muerte, en 1940. En 1931 fundó el grupo teatral universitario La Barraca, para acercar el teatro al pueblo mediante obras del Siglo de Oro. Otro viaje a Buenos Aires en 1933 hizo crecer más su popularidad con el estreno de Bodas de Sangre y a su vuelta a España, un año después, siguió publicando diversas obras como Yerma o La casa de Bernarda Alba. En 1936, al regresar a Granada, fue detenido y fusilado por sus ideas liberales.