Mientras desciende el sol, de Félix Grande | Poema

    Poema en español
    Mientras desciende el sol

    Mientras desciende el sol, lento como la muerte, 
    observas a menudo esa calle donde está la escalera 
    que conduce a la puerta de tu guarida. Dentro 
    se encuentra un hombre pálido, cumplida ya, remota 
    la mitad de su edad; fuma y se asoma 
    hacia la calle desviada; sonríe solitario 
    a este lado de la ventana, la famosa frontera. 

    Tú eres ese hombre; una hora larga llevas 
    viendo tus propios movimientos 
    pensando desde fuera, con piedad, 
    las ideas que en el papel pacientemente depositas; 
    escribiendo, como fin de una estrofa, 
    que es muy penoso ser, así, dos veces, 
    el pensarse pensando, 
    la vorágine sinuosa de mirar la mirada, 
    como un juego de niños que tortura, paraliza, envejece. 

    La tarde, casi enferma de tan lejana, 
    se sumerge en la noche 
    como un cuerpo harto ya de fatiga, en el mar, dulcemente. 
    Cruzan aves aisladas el espacio de color indeciso 
    y, allá al final, algunos caminantes pausados 
    se dejan agostar por la distancia; entonces 
    el paisaje parece un tapiz misterioso y sombrío. 

    Y comprendes, despacio, sin angustia, 
    que esta tarde no tienes realidad, pues a veces 
    la vida se coagula y se interrumpe, y nada entonces 
    puedes hacer contra ello, más que sufrir un sufrimiento, 
    desorientado y perezoso, una manera de dolor marchito, 
    y recordar, prolijamente, 
    algunos muertos que fueron desdichados.