¡Cuán bienaventurado, de Félix Lope de Vega | Poema

    Poema en español
    ¡Cuán bienaventurado

    ¡Cuán bienaventurado 
    aquel puede llamarse justamente, 
    que sin tener cuidado 
    de la malicia y lengua de la gente, 
    a la virtud contraria, 
    la suya pasa en vida solitaria! 

    ¡Dichoso el que no mira 
    del altivo señor las altas casas, 
    ni de mirar se admira 
    fuertes colunas oprimiendo basas, 
    en las soberbias puertas, 
    a la lisonja eternamente abiertas! 

    Los altos frontispicios, 
    con el noble blasón de sus pasados, 
    los bélicos oficios, 
    de timbres y banderas coronados, 
    desprecia y tiene en menos 
    que en el campo los olmos, de hojas llenos. 

    Ni sufre al confiado 
    en quien puede morir, y que al fin muere, 
    ni humilde al levantado 
    con vanas sumisiones le prefiere, 
    sin ver que no hay coluna 
    segura en las mudanzas de fortuna. 

    Ni va sin luz delante 
    del señor poderoso, que atropella 
    sus fuerzas arrogante, 
    pues es mejor de noche ser estrella, 
    que por la compañía 
    del sol dorado no lucir de día. 

    ¡Dichoso el que apartado 
    de aquellos que se tienen por discretos, 
    no habla desvelado 
    en sutiles sentencias y concetos, 
    ni inventa voces nuevas, 
    más de ambición que del ingenio pruebas! 

    Ni escucha al malicioso 
    que todo cuanto ve le desagrada, 
    ni al crítico en enfadoso 
    teme la esquiva condición, fundada 
    en la calumnia sola, 
    fuego activo del oro que acrisola. 

    Ni aquellos arrogantes 
    por el verde laurel de alguna ciencia, 
    que llaman ignorantes 
    los que tienen por sabios la experiencia, 
    porque la ciencia en suma 
    no sale del laurel, mas de la pluma. 

    No da el saber el grado 
    sino el ingenio natural del arte 
    y estudio acompañado, 
    que el hábito y los cursos no son parte, 
    ni aquella ilustre rama, 
    faltando lo esencial, para dar fama. 

    ¡Oh cuántos hay que viven 
    a sus cortas esferas condenados! 
    Hoy lo que ayer escriben, 
    ingenios como espejos que quebrados 
    muestran siempre de un modo 
    lo mismo en cualquier parte que en todo. 

    ¡Dichoso pues mil veces 
    el solo que en su campo, descuidado 
    de vanas altiveces, 
    cuanto rompiendo va con el arado 
    baña con la corriente 
    del agua que destila de su frente. 

    El ave sacra a Marte 
    le despierta del sueño perezoso, 
    y el vestido sin arte 
    traslada presto al cuerpo, temeroso 
    de que la luz del día 
    por las quiebras del techo entrar porfía. 

    Revuelve la ceniza, 
    sopla el humoso pino mal quemado; 
    el animal se eriza 
    que estaba entre las pajas acostado, 
    ya a la tiniebla huye 
    y lo que hurtó a la luz le restituye. 

    El pobre almuerzo aliña, 
    come y da de comer a los dos bueyes, 
    y en el barbecho o viña, 
    sin envidiar los patios de los reyes, 
    ufano se pasea 
    a vista de las casas de su aldea. 

    Y son tan derribadas, 
    que aun no llega el soldado a su aposento, 
    ni sus armas colgadas 
    de sus paredes vio, ni el corpulento 
    caballo estar atado 
    al humilde pesebre del ganado. 

    Caliéntase el enero, 
    alrededor de sus hijuelos todos, 
    a un roble, ardiendo entero, 
    y allí contando de diversos modos, 
    de la estranjera guerra 
    duerme seguro, y goza de su tierra. 

    Ni deuda en plazo breve, 
    ni nave por la mar su paz impide, 
    ni a la fama se atreve, 
    con el reloj del sol sus horas mide, 
    y la incierta postrera, 
    ni la teme cobarde, ni la espera.

    Lope de Vega fue uno de los más importantes poetas y dramaturgos del Siglo de Oro español y uno de los más prolíficos de la literatura universal. Cultivó todos los géneros literarios: desde las obras pastoriles La Arcadia y Los pastores de Belén, en las incluyó numerosos poemas, hasta la novela bizantina El peregrino en su patria, que incluye cuatro autos sacramentales, pasando por las novelas cortas de tipo italianizante La Filomena y La Circe. A la tradición de La Celestina, se adscribe La Dorotea, donde narra sus frustrados amores juveniles con Elena Osorio. Sin embargo, donde realmente vemos al Lope renovador es en el género dramático. Después de una larga experiencia escribiendo para la escena, compuso el Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo, donde expone sus teorías dramáticas. Sus obras más conocidas son las que tratan los problemas de abusos por parte de los nobles, situaciones frecuentes en el panorama político de la España del siglo XV. Entre ellas se encuentran: Fuente Ovejuna, El mejor alcalde, el rey, Peribáñez y el comendador de Ocaña y El caballero de Olmedo. De tema amoroso son La doncella Teodora, El perro del hortelano, El castigo del discreto, La hermosa fea y La moza de cántaro.