Pobre barquilla mía, de Félix Lope de Vega | Poema

    Poema en español
    Pobre barquilla mía

    Pobre barquilla mía, 
    entre peñascos rota, 
    sin velas desvelada, 
    y entre las olas sola! 

    ¿Adónde vas perdida? 
    ¿Adónde, di, te engolfas? 
    Que no hay deseos cuerdos 
    con esperanzas locas. 

    Como las altas naves, 
    te apartas animosa 
    de la vecina tierra, 
    y al fiero mar te arrojas. 

    Igual en las fortunas, 
    mayor en las congojas, 
    pequeña en las defensas, 
    incitas a las ondas. 

    Advierte que te llevan 
    a dar entre las rocas 
    de la soberbia envidia, 
    naufragio de las honras. 

    Cuando por la riberas 
    andabas costa a costa, 
    nunca del mar temiste 
    las iras procelosas. 

    Segura navegabas, 
    que por la tierra propia 
    nunca el peligro es mucho 
    adonde el agua es poca. 

    Verdad es que en la patria 
    no es la virtud dichosa, 
    ni se estima la perla 
    hasta dejar la concha. 

    Dirás que muchas barcas 
    con el favor en popa, 
    saliendo desdichadas, 
    volvieron venturosas. 

    No mires los ejemplos 
    de las que van y tornan, 
    que a muchos ha perdido 
    la dicha de las otras. 

    Para los altos mares 
    no llevas, cautelosa, 
    ni velas de mentiras, 
    ni remos de lisonjas. 

    ¿Quién te engañó, barquilla? 
    Vuelve, vuelve la proa: 
    que presumir de nave 
    fortunas ocasiona. 

    ¿Qué jarcias te entretejen? 
    ¿Qué ricas banderolas 
    azote son del viento 
    y de las aguas sombra? 

    ¿En qué gavia descubres, 
    del árbol alta copa, 
    la tierra en perspectiva, 
    del mar incultas orlas? 

    ¿En qué celajes fundas 
    que es bien echar la sonda, 
    cuando, perdido el rumbo, 
    erraste la derrota? 

    Si te sepulta arena, 
    ¿qué sirve fama heroica? 
    Que nunca desdichados 
    sus pensamientos logran. 

    ¿Qué importa que te ciñan 
    ramas verdes o rojas, 
    que en selvas de corales 
    salado cesped brota? 

    Laureles de la orilla 
    solamente coronan 
    navíos de alto bordo 
    que jarcias de oro adornan. 

    No quieras que yo sea, 
    por tu soberbia pompa, 
    Faetonte de barqueros 
    que los laureles lloran. 

    Pasaron ya los tiempos 
    cuando, lamiendo rosas, 
    el céfiro bullía 
    y suspiraba aromas. 

    Ya fieros huracanes 
    tan arrogantes soplan 
    que, salpicando estrellas, 
    del sol la frente mojan. 

    Ya los valientes rayos 
    de la vulcana forja, 
    en vez de torres altas, 
    abrasan pobres chozas. 

    Contenta con tus redes, 
    a la playa arenosa 
    mojado me sacabas; 
    pero vivo, ¿qué importa? 

    Cuando de rojo nácar 
    se afeitaba la aurora, 
    más peces te llenaban 
    que ella lloraba aljófar. 

    Al bello sol que adoro 
    enjuta ya la ropa, 
    nos daba una cabaña 
    la cama de sus hojas. 

    Esposo me llamaba, 
    yo la llamaba esposa, 
    parándose de envidia 
    la celestial antorcha. 

    Sin pleito, sin disgusto, 
    la muerte nos divorcia; 
    ¡ay de la pobre barca 
    que en lágrimas se ahoga! 

    Quedad sobre la arena, 
    inútiles escotas, 
    que no ha menester velas 
    quien a su bien no torna. 

    Si con eternas plantas 
    las fixas luces doras, 
    ¡oh dueño de mi barca!, 
    y en dulce paz reposas, 

    merezca que le pidas 
    al bien que eterno gozas 
    que adonde estás me lleve, 
    más pura y más hermosa. 

    Mi honesto amor te obligue, 
    que no es digna victoria 
    para quejas humanas 
    ser las deidades sordas. 

    Mas, ¡ay!, que no me escuchas, 
    Pero la vida es corta: 
    viviendo, todo falta; 
    muriendo, todo sobra.

    Lope de Vega fue uno de los más importantes poetas y dramaturgos del Siglo de Oro español y uno de los más prolíficos de la literatura universal. Cultivó todos los géneros literarios: desde las obras pastoriles La Arcadia y Los pastores de Belén, en las incluyó numerosos poemas, hasta la novela bizantina El peregrino en su patria, que incluye cuatro autos sacramentales, pasando por las novelas cortas de tipo italianizante La Filomena y La Circe. A la tradición de La Celestina, se adscribe La Dorotea, donde narra sus frustrados amores juveniles con Elena Osorio. Sin embargo, donde realmente vemos al Lope renovador es en el género dramático. Después de una larga experiencia escribiendo para la escena, compuso el Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo, donde expone sus teorías dramáticas. Sus obras más conocidas son las que tratan los problemas de abusos por parte de los nobles, situaciones frecuentes en el panorama político de la España del siglo XV. Entre ellas se encuentran: Fuente Ovejuna, El mejor alcalde, el rey, Peribáñez y el comendador de Ocaña y El caballero de Olmedo. De tema amoroso son La doncella Teodora, El perro del hortelano, El castigo del discreto, La hermosa fea y La moza de cántaro.