Si usted no tiene una cuenta en Suiza
no entenderá este poema,
no entenderá las noticias,
las causas de la guerra,
las semanas de siete días.
Porque si usted no tiene una cuenta en Suiza
no es nadie. No está invitado a la fiesta.
Le servirá de poco vocear las condiciones climáticas,
conocer el interés de la deuda o la longitud del riesgo,
los costes de la llamada o su anchura de pecho,
el largo de chaqueta o su contorno de cuello;
el producto interior cero en sobres cerrados allende los impuestos.
Yo no tengo una cuenta en Suiza
pero me gustaría ocultarla.
Me gustaría barajar las cartas, partir el bacalao,
transferir la divisa según la franja horaria,
estafar con el reglamento en la mano, explotar una burbuja;
con una nariz anónima oler el mercado negro,
especular con el precio del precio
hasta que no cupieran los ceros en un cheque en blanco.
Si usted no tiene una cuenta corriente en Suiza
debería tenerla, vacía,
para entender este poema.
Son frías estas almas de piedra
haciendo cola.
Sospechan dentro de diminutos bolsos
de las miradas largas.
El tiempo olvida
y después mata. No pregunta.
Sólo continúa
dejando tras de sí censuras
imposibles de olvidar.
Desde que no está he desarrollado
la facilidad espontánea para llorar.
La memoria tiene la cola muy larga,
ahora la vida es más y más estrecha.
De repente, me nublo por dentro
para no encharcarme de culpa.
Agacho la vista hacia los azulejos
Ahora es cuando toco a tu puerta,
tras el sonido un temblor
me recorre las piernas.
Un silencio más largo aún
que las horas de sueño perdidas
soñando este apretado silencio.
Dejo aquí estas letras,
en este rincón.
Cuando ya no esté,
seguirán aquí, olvidadas y
perennes como la pintura
del paisaje en los murales
de la memoria cicatriz.
Cuando terminen de estar
estas palabras
yo ya no estaré.
El niño le pregunta a su sombra
quién ha tapado el sol
hasta dejarlo en los huesos.
Quién se ha bebido su vaso de leche.
Quién le encoge los zapatos
cuando crece.
Una cáscara llena de ojos,
cortinas de lavanda tibia,
sobriedad pecuniaria
a estas alturas de la vida.
Canciones desaparecidas
gargantas de ausencia.
Pañuelos y despedida,
afilada busca que te busca.
Desmembrarse,
padecer el sentimiento retráctil,
sumirse en una voracidad de atalaya,
claudicar de la humanidad frágil.
En el fondo
sólo quieren descendencias millonarias,
rascacielos de transparencias a fuera.