Desde que no está he desarrollado
la facilidad espontánea para llorar.
La memoria tiene la cola muy larga,
ahora la vida es más y más estrecha.
De repente, me nublo por dentro
para no encharcarme de culpa.
Agacho la vista hacia los azulejos
que pisaban también su sombra.
Me invado de dentro hacia afuera
con sus pasos firmes en mis huellas.
Faltan todavía un par de infinitos
para entenderme y cumplir ante sus ojos.
Me dijo más de una vez que me quería,
con sinceridad dulce, cálida y traviesa.
Aún quedan días en los que avanzo
contando los momentos de mi deuda.
De repente, me lluevo por dentro
en silencio para hacer justa su lucha.
Desde que no está, pasan lejos las horas
y yo solo deseo. La quiero querer más
y que me oiga.
Casi sin darme cuenta, estoy empezando a rechazar moralmente a aquellos que consideran que el reloj marca las dos. En realidad, nunca son las dos. Los rechazo como seres inconscientes, aduladores de la banalidad y cíclicamente hipócritas, a conveniencia periódica.
Llueve a cántaros.
La piel es como un cristal.
Vida en cascada.
Paisaje y compañía
dispersos en la memoria.
El rastro de las caricias sobre
el vaho de lo inconfesable.
Los hay que no pueden dejar de fumar,
los hay alcohólicos y cada siete días,
los hay adictos a la coca, a la heroína,
a la próxima forma de evadir o alucinar.
No preguntes por qué, pero me cuesta, me duele
cerrar cualquier libro por su verdad final.
Me exaspera la finitud sabida de cualquier gran historia,
el veinte por ciento abierto o cerrado de par en par.
A veces creo que he nacido para mirar al vértigo a los ojos.
El ángel ya no me mira
a los ojos a la cara.
El ángel utiliza cola blanca
para sus plumas gallináceas para vuelo.
Ni es
blanco, negro
erróneo, eficaz
propio, ajeno
mudo, locuaz
esfuerzo, recreo
ciego, perspicaz
pulcro, obsceno
no es
el amor
núcleo del ser,
todo lo demás
Ya sé lo que me pasa.
Hube de mutilar ciertas rutinas
(ruinas)
excavarme el torácico sueño
(suelto)
pero ya lo sé y no hay distancia
que lo niegue.
Ya sé qué soy. Y tantas otras.
Somos diferentes.
La memoria está poblada
a bocajarro. Como aquel
vietnamita, como aquel 2 de mayo.
Dos formas de enfrentarse,
solicitar la certeza del terror:
“¡No me mates!”, “¡Mátame!”;
dos formas de despedirse,
expulsar un ayer definitivo.