Llueve a cántaros.
La piel es como un cristal.
Vida en cascada.
Paisaje y compañía
dispersos en la memoria.
El rastro de las caricias sobre
el vaho de lo inconfesable.
Ya sé lo que me pasa.
Hube de mutilar ciertas rutinas
(ruinas)
excavarme el torácico sueño
(suelto)
pero ya lo sé y no hay distancia
que lo niegue.
Ya sé qué soy. Y tantas otras.
La comunicación no será mi fuerte
(suerte)
y las caracolas siguen calladas
(halladas)
en mitad del bosque.
Y tantas otras.
La cuna sonriente son lunas anilladas
(enquistadas)
al camino de la piedra que se mece
(verde)
yo y mil veces me miro el ombligo, se calla:
(su cara)
y escucha el humo de mi voz en las nubes
(ubres)
del silencio
entre miradas
después
ya no sé