Nadie vendrá a salvarnos. Ninguna esfinge nos dirá si hemos acertado antes de afilar su ingenio.
Los corruptos no comparten método ni criterio con los justos. No reparten tampoco el triunfo que a los propios es ajeno.
Al primer cuarto del veintiuno España es un atraco de cien años, a merced del préstamo usurero al amparo del político-esperpento.
Alternancia de los chupópteros nacionales, simultáneo pillaje de regionales y alcaldes; los clanes, las tramas, los reales; las casas, desahucios, los crespones.
Nadie vendrá a salvarnos. La justicia peca en los pecados mayores; dispone apenas de las minutas del ladrón a su alcance. La mentira normaliza en las portadas que la verdad llega siempre tarde.
Juego de niños: chivato culpable. Sentencia austera si el fiscal se atreve a dudar de los fundadores a manos llenas tras el acorde.
No vendrá a salvarnos ni el rubor de los corderos ni el rugir de los militares.
También podemos subir al monte, cultivarnos como quien se hace el valiente, a esperar, otra vez, que la historia entierre lo que el miedo a tiempo no juzgue.
Creo que la amo. No hay nada parecido a la seguridad en el amor. Hay alas, hay vuelo, pero el imperio de la gravedad sigue a merced de la experiencia. Los errores pesan. Hasta que llega una luz, con su mirada nítida y me imagina.
A los hechos me remito ante la duda bajo llave cabe esperar con el rabo entre las piernas contra lo establecido de perdidos al río desde que nací en el brillo de tus ojos entre pasado y futuro hacia tu rostro hasta chocarme