Paseo todas las tardes, a las cinco.
Recorro las aceras colindantes
a la tienda de tu helado favorito,
los sitios propicios para encontrarte.
Salgo a pasear, a imaginarte
en los vestidos de los escaparates,
en los carteles de taquilla cerrada,
protagonistas de un nuevo romance.
Paseo siguiendo las huellas ficticias
de tus zapatos verdes. Tus tobillos
me encienden inexplicablemente las mejillas.
De repente, como dos paralelas se visitan,
de sorpresa nos hemos visto. La he visto
y sincero la he mirado, y más dulce la imagino.
Me giran sus piernas y su espalda no gira.
Paseo y mientras tanto, la imagino paseando.