Errante pensamiento
que con ligeras alas,
huésped del orbe todo.
sólo eres peregrino de tu patria:
suspende un poco el vuelo,
y alguna vez, de tantas.
escúchate a ti propio,
si cabe tu delirio en tus palabras.
¿Qué implicación es ésta,
que con fatigas vanas,
es la inquietud tu centro,
y en tu misma inquietud aún no descansa?
¿Buscas el bien? No hay duda;
pues tu violencia blanda
es el imán que inclina
el voluntario fiel de tu balanza.
¿Qué oculto bien es éste,
que en criaturas tantas,
en ninguna responde,
y para que le busque, en todas llama?
Si en la tierra le buscas,
su firmeza retrata;
pero no vive exenta
de la inviolable ley de la mudanza.
Si en el mar, por inmenso,
tus atenciones paras,
para llorar tu engaño,
te dará los raudales de sus aguas.
El viento te murmura
con la voz de sus auras,
que busques el sosiego
en la esfera fugaz de la inconstancia.
Si el fuego solicitas,
cual mariposa incauta,
por gloria de sus luces,
encuentras el tormento de sus llamas.
Todos el bien procuran,
y es consecuencia clara
el que en sí no le tienen
pues nadie solicita lo que alcanza.
¿Qué dicha es ésta, cielos,
de condición tan rara,
que ni puedo adquirirla,
ni cabe en mi poder el no buscarla?
Si eres bien, ¿cómo afliges?
Si eres mal, ¿cómo arrastras?
¡Oh misterio, que mudo,
explicas más allá de lo que callas!
¿De qué le sirve al ave
batir la pluma osada,
si la pihuela burla
el conato ligero de sus alas?
Ni despreciarla puedes,
ni a conseguirla bastas;
¿Cómo será esta dicha,
que ni puedo saberla, ni ignorarla?
Mas ¿qué clamor es éste
que en lo interior del alma
siempre escucho sus voces,
aunque nunca percibo sus palabras?
Con silencioso acento
siempre tenaz contrasta
la engañosa dulzura
de la sirena infiel que me arrebata.
Escuchémosle un rato,
por ver si nos declara
la duda de esta dicha,
que es imposible, siendo necesaria.
Digamos cómo acusa
tu ilusión obstinada,
y cómo a sus verdades
aun las mentiras prestan eficacia...
Díes es el bien que buscas
¡y tu ciega ignorancia
aquel inmenso todo
busca en las criaturas, en la nada!
Búscale, pues te busca;
óyele, pues te llama;
que descansar no puedes,
si en su divino centro no descansas.