La mesa, hijo, está tendida, en blancura quieta de nata, y en cuatro muros azulea, dando relumbres, la cerámica.
Esta es la sal, éste el aceite y al centro el Pan que casi habla. Oro más lindo que oro del Pan no está ni en fruta ni en retama, y da su olor de espiga y horno una dicha que nunca sacia.
Lo partimos, hijito, juntos, con dedos duros y palma blanda, y tú lo miras asombrado de tierra negra que da flor blanca.
Baja la mano de comer, que tu madre también la baja.
Los trigos, hijo, son del aire, y son del sol y de la azada; pero este pan 'cara de Dios' no llega a mesas de las casas;
y si otros niños no lo tienen, mejor, mi hijo, no lo tocarás, y no tomarlo mejor sería con mano y mano avergonzadas.
* En Chile, el pueblo llama al pan 'cara de Dios. '
Yo canto lo que tú amabas, vida mía, por si te acercas y escuchas, vida mía, por si te acuerdas del mundo que viviste, al atardecer yo canto, sombra mía.
Caperucita Roja visitará a la abuela que en el poblado próximo sufre de extraño mal. Caperucita Roja, la de los rizos rubios, tiene el corazoncito tierno como un panal.
Padre Nuestro, que estás en los cielos, ¡por qué te has olvidado de mí! Te acordaste del fruto en febrero, al llagarse su pulpa rubí. ¡Llevo abierto también mi costado, y no quieres mirar hacia mí!