El labrador avaro, de Gonzalo de Berceo | Poema

    Poema en español
    El labrador avaro

    Milagros de Nuestra Señora XI 
     
    Era en una tierra un omne labrador 
    que usava la reja más que otra lavor; 
    más amava la tierra que non al Crïador, 
    era de muchas guisas omne revolvedor. 

    Fazié una nemiga, suziela por verdat, 
    cambiava los mojones por ganar eredat, 
    façié a todas guisas tuerto e falsedat, 
    avié mal testimonio entre su vecindat. 

    Querié, peroque malo, bien a Sancta María, 
    udié los sus miráculos, dávalis acogía; 
    saludávala siempre, diciéli cada día: 
    «Ave gratïa plena que parist a Messía.» 

    Finó el rastrapaja de tierra bien cargado, 
    en soga de dïablos fue luego cativado, 
    rastrávanlo por tienllas, de cozes bien sovado, 
    pechávanli a duplo el pan que dio mudado. 

    Doliéronse los ángeles d’esta alma mesquina, 
    por quanto la levavan dïablos en rapina; 
    quisieron acorrelli, ganarla por vecina, 
    mas pora fer tal pasta menguavalis farina. 

    Si lis dizién los ángeles de bien una razón, 
    ciento dicién los otros, malas que buenas non; 
    los malos a los bonos teniénlos en rencón, 
    la alma por peccados non issié de presón. 

    Levantóse un ángel, disso: «Yo so testigo, 
    verdat es, non mentira esto que yo vos digo: 
    el cuerpo, el que trasco esta alma consigo, 
    fue de Sancta María vassallo e amigo. 

    Siempre la ementava a yantar e a cena, 
    diziéli tres palabras: ‘Ave gratïa plena’; 
    la boca por qui essié tan sancta cantilena 
    non merecié yazer en tan mala cadena.» 

    Luego que esti nomne de la Sancta Reína 
    udieron los dïablos cogieron’s de ý aína; 
    derramáronse todos como una neblina, 
    desampararon todos a la alma mesquina. 

    Vidiéronla los ángeles seer desemparada, 
    de piedes e de manos con sogas bien atada; 
    sedié como oveja que yaze ensarzada, 
    fueron e adussiéronla pora la su majada. 

    Nomne tan adonado e de vertut atanta, 
    que a los enemigos seguda e espanta, 
    non nos deve doler nin lengua nin garganta 
    que non digamos todos: «Salve Regina Sancta.»