Contrapunto, de Gonzalo Escudero | Poema

    Poema en español
    Contrapunto



    Ah cómo y cuándo en el acaso puro 
    se juntaron el pájaro y la ola. 
    Ola de pluma, el pájaro maduro, 
    y pájaro de espuma, la ola sola. 
    Rota su voz, quedó el arpegio oscuro 
    en el registro de la caracola. 
    De mar como de cielo, contrapunto, 
    ola trizada y pájaro difunto. 





    Orilla de eco y litoral de aroma, 
    pájaro y ola en el azar deshechos. 
    Pero la niña al vendaval asoma 
    de nuez y aurora sus frugales pechos. 
    Ya la atavían, brasa de paloma, 
    delfines con oceánicos helechos. 
    Y se desnuda en cántico y en cobre, 
    pájaro y ola de la mar salobre. 





    A soledades juntas advinieron 
    el ángel y el vestiglo descendidos. 
    A la niña de nardo se ciñeron 
    las algas de sus ecos balbucidos. 
    Sus plumajes de niebla se rompieron 
    con celajes de pluma confundidos. 
    Cítara de perfume en el lamento, 
    quedó la niña sola con el viento. 





    La sirena de sal y hielo arcano 
    está posada en flor de sus amares. 
    Que no la lleve el soplo del vilano 
    hasta la altura de sus hontanares. 
    Que no quiebre la espiga de su mano 
    la gárgola borracha de los mares. 
    Enmudecida el arpa del sollozo, 
    quedó la niña sola con el gozo. 





    Ah niña, no virgen, estibada 
    con el gozo del ángel y su bruma. 
    Mitad calandria en música imantada, 
    pájaro en vilo tu babor de pluma. 
    Ola de noche y miel, acompasada, 
    tu otra mitad en estribor de espuma. 
    La prora anclada en médano cenceño, 
    quedó la niña sola con el sueño. 





    Ya colina de almendra en el reposo, 
    ya guitarra de olor en el olvido. 
    Que ya se hiela en su aire temeroso 
    la clepsidra de tiempo consumido. 
    Y se rindió al vestiglo vaporoso 
    su tallo de ola y pájaro aterido. 
    Ah muerte, capitana de cantares, 
    desnuda entró la niña en tus lagares. 





    La niña entró en tu cántico desnuda, 
    nácar en su destello de inocencia. 
    Aderezada como torre aguda 
    la arquitectura de su transparencia. 
    Desde entonces la perla se demuda 
    y empalidece toda refulgencia. 
    Abrevada la luz de su corola, 
    quedó la niña con su sombra, sola. 





    Todo volvió al enjambre de su cielo 
    y se rehizo en geometría pura. 
    El pájaro en presagio de su vuelo. 
    La ola en su colmena de frescura. 
    El ángel en su máscara de hielo. 
    El vestigio letal en su pavura. 
    Sólo la niña se tornó en la niebla, 
    plumaje, espuma, cántico y tiniebla. 





    Sosegada en la sirte la doncella, 
    qué rosa mineral de encantamiento. 
    Qué ruina taciturna de centella, 
    el derruido estambre de su aliento. 
    Remotos funerales de la estrella 
    los rememore con su lengua el viento. 
    Todo en la sirte blanda se deshizo, 
    ah sirena de sal sin paraíso. 



    10 



    ¿Qué resta de su fábula baldía? 
    ¿Qué de su pesantez de luna llena? 
    ¿Qué de su dulcedumbre de sandía? 
    ¿Qué de su liviandad de cantilena? 
    Verde almiranta de la espuma fría 
    en la longevidad de la alta arena. 
    Difunta sin memoria, a tu socaire 
    suene transido tu laúd del aire.