Décimas, de Guadalupe Amor | Poema

    Poema en español
    Décimas

    No, no es después de la muerte, 
    cuando eres, Dios, necesario; 
    es en el infierno diario 
    cuando es milagro tenerte. 
    Y aunque no es posible verte 
    ni tu voz se logra oír, 
    ¡qué alucinación sentir 
    que en la propia sangre habitas, 
    y en el corazón palpitas, 
    mientras él puede latir! 

    Producto eres de locura, 
    mas de locura sublime. 
    Llevas al Dios que redime 
    con su inexistente altura. 
    Eres oculta ranura, 
    eres el hueco inefable, 
    la quietud inexplorable, 
    la invisible salvación. 
    No hermanas con la razón 
    porque eres fe inescrutable. 

    Dios, invención admirable, 
    hecha de ansiedad humana 
    y de esencia tan arcana, 
    que se vuelve impenetrable. 
    ¿Por qué no eres tú palpable 
    para el soberbio que vio? 
    ¿Por qué me dices que no 
    cuando te pido que vengas? 
    Dios mío, no te detengas, 
    o ¿quieres que vaya yo? 

    El inventarte es posible... 
    Difícil es sostener 
    la potencia de tu ser, 
    ser absoluto, intangible. 
    El que seas invisible 
    no es el misterio más hondo. 
    Exaltada hallo tu fondo, 
    mas cesa mi exaltación, 
    y tu admirable visión 
    en mi pensamiento escondo. 

    Yo siempre vivo pensando 
    cómo serás si es que existes; 
    de qué esencia te revistes 
    cuando te vas entregando. 
    ¿Debo a ti llegar callando 
    para encontrarte en lo oscuro?, 
    o ¿es el camino seguro 
    el de la fe luminosa? 
    ¿Es la exaltación grandiosa, 
    o es el silencio maduro? 



    Tal vez yo no quiera hallarte 
    y por eso no te veo, 
    que es el ansioso deseo 
    el que logra realizarte. 
    A ti no te toca darte; 
    si mi soberbia te invoca, 
    es a mí, a quien me toca, 
    salir al encuentro tuyo. 
    Me acerco a ti, te construyo... 
    Ya tengo fe, ya estoy loca. 

    Dios mío, sé mi pecado, 
    consiste en verte en concreto; 
    y tú, el eterno discreto, 
    por eso me has castigado, 
    dándome un ser complicado, 
    que piensa entenderlo todo, 
    y que jamás halla el modo 
    de fundir carne con mente, 
    que pensando con la fente, 
    se está pudriendo en el lodo. 

    Te quiero hallar en las cosas; 
    te obligo a que exista el cielo, 
    intento violar el velo 
    en que invisible reposas. 
    Sí, con tu ausencia me acosas 
    y el no verte me subleva; 
    pero de pronto se eleva 
    algo extraño que hay en mí, 
    y me hace llegar a ti 
    una fe callada y nueva. 

    No te veo en las estrellas 
    ni te descubro en las rosas; 
    no estás en todas las cosas, 
    son invisibles tus huellas; 
    pero no, que aquí descuellas, 
    aquí, en la tortura mía, 
    en la estéril agonía 
    de conocer mi impotencia... 
    ¡Allí nace tu presencia 
    y muere en mi mente fría! 

    No creo en ti, pero te adoro. 
    ¡Qué torpeza estoy diciendo! 
    Tal vez te estoy presintiendo 
    y por soberbia te ignoro. 
    Cuando débil soy, te imploro; 
    pero si me siento fuerte, 
    yo soy quien hace la suerte 
    y quien construye la vida. 
    ¡Pobre de mí, estoy perdida, 
    también inventé mi muerte! 

    Es la soberbia, Dios mío, 
    la que me está haciendo hablar. 
    ¿Por qué insisto en descifrar 
    el ser, la luz, lo sombrío? 
    Si sólo existe el vacío, 
    no es a mí a quien me toca 
    volver mi cabeza loca 
    tratando de entender todo. 
    Este orgullo de mi lodo 
    sólo con fe se sofoca. 

    Fácil es creer en ti 
    y vivir de tu clemencia, 
    sin desentrañar tu esencia 
    y gozando lo de aquí. 
    Yo por desgracia naci 
    sentenciada a investigar, 
    a atormentarme, a pensar 
    y a no aceptar el misterio; 
    pero a mi humano criterio 
    le está vedado volar. 

    No al que me enseñaron, no. 
    Al eterno inalcanzable, 
    al oculto inevitable, 
    al lejano, busco yo. 
    Al que mi ser inventó, 
    mi ser lleno de pasiones, 
    de turbias complicaciones 
    y rotunda vanidad. 
    Ser que busca la verdad 
    y sólo halla negaciones. 

    Hablo de Dios, como el ciego 
    que hablase de los colores, 
    e incurro en graves errores 
    cuando a definirlo llego. 
    De mi soberbia reniego, 
    porque tengo que aceptar 
    que no sabiendo mirar 
    es imposible entender. 
    ¡Soy ciega y no puedo ver, 
    y quiero a Dios abarcar!... 

    Dios será la salvación, 
    pero es difícil hallarlo 
    porrque no basta heredarlo 
    y pedirle comprensión. 
    Hay que abrirse el corazón 
    y las entrañas rasgarse, 
    y ya desangrada, darse, 
    olvidándose de todo. 
    Hay que buscarlo de modo 
    que Dios tenga que entregarse. 

    Más que nunca te deseo, 
    y es cuando estás más lejano, 
    hoy que me consumo en vano 
    porque ni en la nada creo. 
    Soledad sola poseo: 
    opaca, hueca, infinita. 
    Ni mi sombra me visita, 
    pues ella salió a buscarte, 
    y como no pudo hallarte, 
    volverse conmigo evita. 



    No tengo nada de ti, 
    ni tu sombra, ni tu eco; 
    sólo un invisible hueco 
    de angustia dentro de mí. 
    A veces siento que allí 
    es donde está tu presencia, 
    porque la extraña insistencia 
    de no quererte mostrar, 
    es lo que me hace pensar 
    que sólo existe tu ausencia. 

    Oculto, ausente, baldío, 
    hermético, inalterable, 
    asfixiante, invulnerable, 
    absorbente, extraño y frío; 
    así te siento, Dios mío, 
    cuando sola y angustiada 
    me consumo alucinada 
    por lograr mi plenitud, 
    rompiendo esta esclavitud 
    a la que estoy condenada. 



    Dime, ¿qué es lo que pretendes 
    con tu silencio y tu ausencia? 
    ¿En dónde está tu clemencia, 
    si te imploro y no desciendes? 
    Me creas de lodo inmundo, 
    luego en más fango me hundo, 
    y soy, entonces, culpable. 
    Dios eterno, inexplicable, 
    ¡qué misterioso es tu mundo! 

    Harás, con mi carne, lodo; 
    con mi corazón, simiente; 
    con mi sangre, nuevamente 
    vida le darás a todo. 
    Pero, dime, ¿qué acomodo 
    a mi angustia le hallarás?, 
    ¿en dónde colocarás 
    mi abismo de soledades?... 
    ¡Sólo inventando oquedades 
    que no terminen jamás! 

    Tú sabes de mis pavores 
    y de mis noches eternas; 
    de las batallas internas 
    en que luchan mis ardores 
    contra los bruscos rigores 
    de mi helado pensamiento; 
    conoces mi sufrimiento, 
    y no me quieres salvar. 
    ¿Qué intentas conmigo hallar? 
    ¿Te sirvo de experimento? 

    ¿Tú inventaste el pensamiento? 
    o, ¿él es el que te inventó? 
    ¿Quién a quién martirizó, 
    fabricando este tormento: 
    la angustia que va en aumento? 
    Si el pensamiento te hizo, 
    por soberbio y enfermizo, 
    ¡que pague su vanidad! 
    Mas, si eres tú la verdad, 
    ¡libértame de tu hechizo! 

    Con el corazón te llamo, 
    con los nervios te deseo, 
    con la mente no te veo, 
    y por la vanidad te amo. 
    De ausencia tuya me inflamo: 
    no existes y estás presente; 
    eres el eterno ausente 
    que de la angustia nació, 
    y la soledad nutrió 
    haciéndote omnipotente. 

    ¿Por qué con mi inteligencia 
    te niego rotundamente, 
    y en mi corazón candente 
    ya siento latir tu esencia? 
    Si te inspirase clemencia 
    y mi tormento midieras, 
    de mi corazón partieras 
    dejándolo desolado; 
    o a mi cerebro ofuscado 
    con tu presencia invadieras. 

    La angustia y la vanidad, 
    fundidas, te hasn inventado, 
    y después te han obligado 
    a ser la sola verdad. 
    Quiso la fatalidad 
    que me tocases de herencia; 
    mas me persigue tu ausencia 
    y me da espanto mi suerte, 
    pues voy a morir sin verte 
    y sin comprender tu esencia. 

    ¿Acaso tú has conocido 
    mi conciencia destructora, 
    la soledad invasora 
    y las muertes que he vivido? 
    Si tú hubieses padecido 
    un instante de amargura, 
    el pavor de la negrura 
    y la impotencia de ser 
    habrías hecho de mi ser 
    de una materia más pura. 

    ¡Ay, cómo te comprometo 
    con mi egoísta insistencia 
    de reclamar tu presencia 
    violando así tu secreto! 
    Sé que lanzo casi un reto 
    al no aceptarte como eres. 
    Pero dime, ¿qué prefieres? 
    ¿Que por cobardía calle 
    o que, torturada, estalle 
    diciendo cuánto me hieres? 



    ¿Por qué tratas de ocultarte 
    y de ser tan misterioso, 
    cuando el corazón ansioso 
    te siente y no puede hallarte? 
    ¿Por qué no quieres mostrarte? 
    Dime, si tiene sentido, 
    que tú existas escondido, 
    sabiendo que tu presencia 
    salvaría mi existencia 
    de la angustia y del olvido. 

    Quizá tú eres mi locura 
    y por enferma te anhelo; 
    aunque no busques tu cielo, 
    ni intente escalar tu altura. 
    Es que es tanta la amargura 
    de sola habitar mi vida, 
    que por hallarme perdida 
    en un mar de sensaciones, 
    pretendo que me aprisiones 
    dándome en tu ser cabida. 

    Ven disfrazado de amor, 
    de silencio, de quietud, 
    de ternura, de virtud, 
    pero aprovecha mi ardor. 
    A este fuego abrasador 
    que en mi corazón llamea, 
    dale un motivo que sea 
    como eterno combustible. 
    ¡Ya vuélvete, Dios, visible! 
    ¿Qué pierdes con que te vea? 

    No, no es des pués de la muerte, 
    cuando eres, Dios, necesario; 
    es en el infierno diario 
    cuando es milagro tenerte. 
    Y aunque no es posible verte 
    ni tu voz se logra oír, 
    ¡qué alucinación sentir 
    que en la propia sangre habitas, 
    y en el corazón palpitas, 
    mientras él puede latir! 



    ¿Qué cosas podré decirte 
    si todo te lo he contado? 
    Que eres mi Dios inventado 
    y que insisto en perseguirte; 
    que mi ambición es sentirte 
    en todo y a cada instante; 
    pero que estás muy distante, 
    más allá del universo. 
    Entonces ¿por qué converso 
    contigo, imposible amante? 

    ¡Hoy Dios no quiso venir!... 
    Se fatiga de escucharme, 
    y no es que deje de amarme, 
    es que se cansa de oír 
    que yo lo obligo a existir 
    rogándole que se muestre. 
    Soy tan humana y terrestre, 
    que lo deseo en presencia; 
    pero si hallo al fin su esencia, 
    tal vez a Dios lo secuestre... 

    Hoy Dios llegó a visitarme, 
    y entró por todos mis poros; 
    cesaron dudas y lloros, 
    y fue fácil entregarme 
    pues con sólo anonadarme 
    en la exaltación que tuve, 
    mi pensamiento detuve, 
    y al fin conseguí volar... 
    ¡Sin moverme, sin pensar, 
    un instante a Dios retuve! 

    Nació en la Ciudad de México el 30 de mayo de 1917, estudió en colegios católicos, su inquietud artística la llevó antes que a la literatura al cine y al teatro. Proceden a su persona en cualquier actividad el elogio y la censura. Su obra posee un gran público compacto y fiel. Escritora agónica y metafísica, Pita Amor tiene en su haber más de 15 títulos de poesía y dos de prosa. En sus poemas ha utilizado generalmente, la décima y el soneto. Sus temas constantes son Dios, el amor, la muerte, la vanidad, la soledad, la angustia, la nada y el polvo. Su originalidad reside en el tono peculiar de su lenguaje, en sus expresiones descarnadas, en su experiencia y en su absoluto egocentrismo. Su narrativa, Yo soy mi casa y Galería de títeres, combina la biografía y los elementos imaginarios. En la novela cuenta su vida, la de su familia y la de su casa. Sus cuentos son una verdadera galería de personajes descritos de sangre y llanto, soledad y miseria y sarcasmo y ternura. En ellos con introspección despiadada y quizá por primera vez en nuestra narrativa, una mujer enfrenta, sin concesiones a su natural acabamiento. Muere en la ciudad de México en el 2000.

    • No, no es después de la muerte, 
      cuando eres, Dios, necesario; 
      es en el infierno diario 
      cuando es milagro tenerte. 
      Y aunque no es posible verte 
      ni tu voz se logra oír, 
      ¡qué alucinación sentir 
      que en la propia sangre habitas,