Rima 12. Porque son niña tus ojos, de Gustavo Adolfo Bécquer | Poema

    Poema en español
    Rima 12. Porque son niña tus ojos

    Porque son, niña, tus ojos 
    verdes como el mar, te quejas. 
    Verdes los tienen las náyades, 
    verdes los tuvo Minerva 
    y verdes son las pupilas 
    de las hurís del profeta. 

    El verde es gala y ornato 
    del bosque en la primavera; 
    entre sus siete colores 
    brillante el Iris lo ostenta. 
    Las esmeraldas son verdes, 
    verde el color del que espera 
    y las ondas del Océano 
    y el laurel de los poetas. 



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    Es tu mejilla temprana 
    rosa de escarcha cubierta, 
    en que el carmín de los pétalos 
    se ve al través de las perlas. 

        Y sin embargo 
        sé que te quejas, 
        porque tus ojos 
        crees que la afean; 
        pues no lo creas. 
    Que parecen tus pupilas, 
    húmedas, verdes e inquietas, 
    tempranas hojas de almendros 
    que al soplo del aire tiemblan. 



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    Es tu boca de rubíes 
    purpúrea granada abierta 
    que en el estío convida 
    a apagar la sed con ella. 

        Y sin embargo, 
        sé que te quejas, 
        porque tus ojos 
        crees que la afean; 
        pues no lo creas. 
    Que parecen, si enojada 
    tus pupilas centellean 
    las olas del mar que rompen 
    en las cantábricas peñas. 



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    Es tu frente que corona 
    crespo el oro en ancha trenza, 
    nevada cumbre en que el día 
    su postrera luz refleja. 

        Y sin embargo, 
        sé que te quejas, 
        porque tus ojos 
        crees que la afean: 
        pues no lo creas. 
    Que entre las rubias pestañas, 
    junto a las sienes, semejan 
    broches de esmeralda y oro 
    que un blanco armiño sujetan. 

    Porque son, niña, tus ojos 
    verdes como el mar te quejas. 
    Quizá si negros o azules 
    se tornasen lo sintieras 

    Gustavo Adolfo Bécquer, pseudónimo de Gustavo Claudio Domínguez Bastida, nació en Sevilla en 1836, e ingresó a los diez años en un colegio de huérfanos. Vivió más tarde con su madrina, donde empezó a leer a los autores realistas y románticos. En 1854 se instaló en Madrid. En 1857, sufrió una grave enfermedad. Posteriormente se dedicó al periodismo. Entre 1859 y 1861 escribe las primeras rimas y siete leyendas. En 1863 se recluye en el monasterio de Veruela, donde escribió Cartas desde mi celda. En 1868 Bécquer rompe con su esposa y se instala en Toledo. Reescribe las rimas. En 1870 muere su hermano Valeriano, el pintor, y tres meses más tarde él, en Madrid. Además de como poeta, donde revela una extrema sensibilidad, destaca como prosista, donde combina con maestría lo terrorífico y lo legendario.