La fontana sagrada, de Henry James - Valdemar

Durante la última de sus estancias de fin de semana en la gran mansión Newmarch, en la campiña inglesa, el narrador de esta historia tiene ocasión de observar asombrosas transformaciones en algunos de los huéspedes: una mujer fea se ha vuelto inexplicablemente bella, un joven ha envejecido de forma exagerada, un imbécil exhibe una inteligencia deslumbrante..., en definitiva, unos mejoran mientras otros empeoran. El protagonista espía y analiza estos fenómenos, tratando de encontrar la clave del enigma en una supuesta serie de misteriosos 'intercambios de fuerza vital'. La fontana sagrada es una de las últimas obras que escribió HenryJames, y sin duda se trata de una de las novelas más insólitas y originales de la literatura moderna. Fue escrita no mucho después de Otra vuelta de tuerca, de la cual es una especie de complemento o pieza gemela. Ambas tienen en común el mismo telón de fondo de una gran mansión aislada del mundo exterior, los mismos parajes de una belleza triste y extraña, acontecimientos parejamente furtivos y turbadores dentro de una atmósfera de luminosidad y brillo, y un narrador en primera persona que se enfrenta a prodigios no comprobables científicamente.
Tapa dura
245 x 170 mm
256 páginas
8477028389
9788477028383

Henry James (Nueva York, 1843-Londres, 1916) nació en el seno de una adinerada y culta familia de origen irlandés. Recibió una educación ecléctica y cosmopolita, que se desarrolló mayoritariamente en Europa. En 1875 se estableció en Inglaterra después de publicar en Estados Unidos sus primeros relatos. El conflicto entre la cultura europea y la estadounidense está en el centro de muchas de sus obras, desde su primera novela, Roderick Hudson (1875), hasta la trilogía con la cual culmina su carrera: Las alas de la paloma (1902), Los embajadores (1903) y La copa dorada (1904). Maestro de la novela breve, algunos de sus logros más celebrados se hallan en este género: Otra vuelta de tuerca (1898), En la jaula (1898) o Los periódicos (1903). Cerca del final de su vida se nacionalizó inglés. En palabras de Gore Vidal, "no había nada que James hiciera como un inglés, ni tampoco como un estadounidense. Él mismo era su gran realidad, un nuevo mundo, una terra incognita cuyo mapa tardaría el resto de sus días en trazar para todos nosotros". 

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