Ya brotan del sol naciente los primeros resplandores, dorando las altas cimas de los encumbrados montes. Las neblinas de los valles hacia las alturas corren, y de las rocas se cuelgan o en las cañadas se esconden. En ascuas de oro convierten del astro rey los fulgores, del mar que duerme tranquilo las mansas ondas salobres. sus hilos tiende el rocío de diamantes tembladores, en la alfombra de los prados y en el manto de los bosques. sobre la verde ladera que esmaltan gallardas flores, elevan sus frente altiva los enhiestos girasoles, y las caléndulas rojas vierte al pie sus olores. Las amarillas retamas visten las colinas, donde se ocultan pardas y alegres las chozas de los pastores. Purpúrea el agua del río lame de esmeralda el bordo, que con sus hojas encubren los plátanos cimbradores; mientras que allá en la montaña, flotando en la peña enorme, la cascada se reviste de iris con los colores. El ganado en las llanuras trisca alegre, salta y corre; cantan las aves, y zumban mil insectos bullidores que el rayo del sol anima, que pronto mata la noche. En tanto el sol se levanta sobre el lejano horizonte, bajo la bóveda limpia de un cielo sereno... Entonces sus fatigosas tareas suspenden los labradores, y un santo respeto embarga sus sencillos corazones. En el valle, en la floresta, en el mar, en todo el orbe se escuchan himnos sagrados, misteriosas oraciones; porque el mundo en esta hora es altar inmenso, en donde la gratitud de los seres su tierno holocausto pone; y Dios, que todos los días ofrenda tan santa acoge, la enciende de Sol que nace con los puros resplandores.
Ya brotan del sol naciente los primeros resplandores, dorando las altas cimas de los encumbrados montes. Las neblinas de los valles hacia las alturas corren, y de las rocas se cuelgan o en las cañadas se esconden. En ascuas de oro convierten