La salida del sol, de Ignacio Manuel Altamirano | Poema

    Poema en español
    La salida del sol

    Ya brotan del sol naciente 
    los primeros resplandores, 
    dorando las altas cimas 
    de los encumbrados montes. 
    Las neblinas de los valles 
    hacia las alturas corren, 
    y de las rocas se cuelgan 
    o en las cañadas se esconden. 
    En ascuas de oro convierten 
    del astro rey los fulgores, 
    del mar que duerme tranquilo 
    las mansas ondas salobres. 
    sus hilos tiende el rocío 
    de diamantes tembladores, 
    en la alfombra de los prados 
    y en el manto de los bosques. 
    sobre la verde ladera 
    que esmaltan gallardas flores, 
    elevan sus frente altiva 
    los enhiestos girasoles, 
    y las caléndulas rojas 
    vierte al pie sus olores. 
    Las amarillas retamas 
    visten las colinas, donde 
    se ocultan pardas y alegres 
    las chozas de los pastores. 
    Purpúrea el agua del río 
    lame de esmeralda el bordo, 
    que con sus hojas encubren 
    los plátanos cimbradores; 
    mientras que allá en la montaña, 
    flotando en la peña enorme, 
    la cascada se reviste 
    de iris con los colores. 
    El ganado en las llanuras 
    trisca alegre, salta y corre; 
    cantan las aves, y zumban 
    mil insectos bullidores 
    que el rayo del sol anima, 
    que pronto mata la noche. 
    En tanto el sol se levanta 
    sobre el lejano horizonte, 
    bajo la bóveda limpia 
    de un cielo sereno... Entonces 
    sus fatigosas tareas 
    suspenden los labradores, 
    y un santo respeto embarga 
    sus sencillos corazones. 
    En el valle, en la floresta, 
    en el mar, en todo el orbe 
    se escuchan himnos sagrados, 
    misteriosas oraciones; 
    porque el mundo en esta hora 
    es altar inmenso, en donde 
    la gratitud de los seres 
    su tierno holocausto pone; 
    y Dios, que todos los días 
    ofrenda tan santa acoge, 
    la enciende de Sol que nace 
    con los puros resplandores.