Sobre alto promontorio que domina las olas de la mar, cuando en el cielo el astro rey declina subo yo a meditar. Al resplandor de aquella luz muriente contemplo mi no-ser; contemplo el mar y el cielo ¡y su grandeza aplasta mi poder!
Esas olas, espejos estelares, guardan tantos recuerdos, que hoy me place mirar entre sus aguas los sueños que murieron.
Alcé tantos castillos en sus playas que derrumbarse vi, con sus torres y cúpulas altivas de oro, plata y marfil;
poemas, ¡ay! que fueron por un tiempo juguetes del azar, pechinas que un instante arroja el agua y vuelve a devorar;
bajeles con sus velas que naufragan en un día de mayo, islas de oro que nacen y se borran del sol al primer rayo;
ideas que me acortan la existencia robando mi calor, cual ráfaga que llévase la esencia de la marchita flor.
Del corazón o de la vida toman las olas que se van; si nada tengo, las que ahora vienen decidme ¿qué querrán?
Con las del mar o las del tiempo un día al fondo he de rodar; ¿por qué, por qué, engañosa poesía, mundos me haces crear?
¿Por qué escribir más versos en la arena? Playa del mar del cielo, ¿cuándo podré escribir en tu gran página con estrellas mis versos?
Sobre alto promontorio que domina las olas de la mar, cuando en el cielo el astro rey declina subo yo a meditar. Al resplandor de aquella luz muriente contemplo mi no-ser; contemplo el mar y el cielo ¡y su grandeza aplasta mi poder!