Cuando estuve en el mar era marino, de Jaime Sabines | Poema

    Poema en español
    Cuando estuve en el mar era marino

    Cuando estuve en el mar era marino 
    este dolor sin prisas. 
    Dame ahora tu boca: 
    me la quiero comer con tu sonrisa. 

    Cuando estuve en el cielo era celeste 
    este dolor urgente. 
    Dame ahora tu alma: 
    quiero clavarle el diente. 

    No me des nada, amor, no me des nada: 
    yo te tomo en el viento, 
    te tomo del arroyo de la sombra, 
    del giro de la luz y del silencio, 

    de la piel de las cosas 
    y de la sangre con que subo al tiempo. 
    Tú eres un surtidor aunque no quieras 
    y yo soy el sediento. 

    No me hables, si quieres, no me toques, 
    no me conozcas más, yo ya no existo. 
    Yo soy sólo la vida que te acosa 
    y tú eres la muerte que resisto. 

    • Dulces muslos deseados, 
      íntima piel suave, 
      mujer en muslos dulces, 
      ¿dónde estás? ¿Qué ha quedado 
      de ti? Para mi boca 
      el aire calcinado. 
      Muslos de amor, 
      amantes, apretados, 
      tiernos, desnudos, sellados. 
      Esbeltos de mis ojos, 

    • Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe con las manos. 

    • Trato de escribir en la oscuridad tu nombre. Trato de escribir que te amo. Trato de decir a oscuras todo esto. No quiero que nadie se entere, que nadie me mire a las tres de la mañana paseando de un lado a otro de la estancia, loco, lleno de ti, enamorado.

    • La luna se puede tomar a cucharadas 
      o como una cápsula cada dos horas. 
      Es buena como hipnótico y sedante 
      y también alivia 
      a los que se han intoxicado de filosofía. 
      Un pedazo de luna en el bolsillo 
      es mejor amuleto que la pata de conejo: 

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