Dulces muslos deseados,
íntima piel suave,
mujer en muslos dulces,
¿dónde estás? ¿Qué ha quedado
de ti? Para mi boca
el aire calcinado.
Muslos de amor,
amantes, apretados,
tiernos, desnudos, sellados.
Esbeltos de mis ojos,
maduros de mis labios,
crecidos de mi lengua
espiritual, en vano.
Muslos de mi cuello derrotado,
lugar de mis mejillas en descanso,
sitio de mis dientes morados,
venero de salivas,
última cosa de mis manos,
encierro de palomas, trago
de sangre, vértigo usado,
cuchilla de mi corazón guillotinado.
Muslos redondos, llenos,
muslos de mi mujer y mi costado,
y de aire raro.
De menta de espanto.
De olor derretido
y quemado.
Muslos separados,
muslos a horcajadas del diablo,
muslos por todas partes,
multiplicados,
empalizada de muslos
alrededor del solitario,
abrazo de muslos lentos
al desesperado.
Muslos de mujer mordida
retorciéndose y matando.
Brasa de muslos
en la cama del casto.
Sábanas con piel de muslo,
musgo de muslo en la mano.
Muslos que querían muslos,
boca que quería estrago,
vara de carne maciza
sobre los muslos sonando.
Y yo volviendo,
entrando,
y tus muslos abiertos
pozo de los ojos cerrados,
sombra de la lumbre con hambre,
muslos derramados.
Hora de la cabeza caída,
tiempo amargo,
aquí estoy, aquí, largo,
tendido, extraño,
de piel de muslo rodeado,
de substancia dulce
y espeso caos.
Muslos con senos duros,
con leche, con sal, untados
de olor, sangrados,
con toda mujer, con hombros,
con espaldas; como brazos,
como pitones quebrados,
pero muslos, pero vivos,
dulcísimos, apretados.
Morir de asfixia,
de muerte de muslo, blando
lecho derribado,
de muerte de agua sonora
en el corazón sonando,
de muslos, de muerte obscura
obscureciendo y sonando.
Morir de oídos sombríos
contigo, hogar de sangre,
lívidos, acabando.