Poema de los muslos, de Jaime Sabines | Poema

    Poema en español
    Poema de los muslos

    Dulces muslos deseados, 
    íntima piel suave, 
    mujer en muslos dulces, 
    ¿dónde estás? ¿Qué ha quedado 
    de ti? Para mi boca 
    el aire calcinado. 
    Muslos de amor, 
    amantes, apretados, 
    tiernos, desnudos, sellados. 
    Esbeltos de mis ojos, 
    maduros de mis labios, 
    crecidos de mi lengua 
    espiritual, en vano. 
    Muslos de mi cuello derrotado, 
    lugar de mis mejillas en descanso, 
    sitio de mis dientes morados, 
    venero de salivas, 
    última cosa de mis manos, 
    encierro de palomas, trago 
    de sangre, vértigo usado, 
    cuchilla de mi corazón guillotinado. 
    Muslos redondos, llenos, 
    muslos de mi mujer y mi costado, 
    y de aire raro. 
    De menta de espanto. 
    De olor derretido 
    y quemado. 

    Muslos separados, 
    muslos a horcajadas del diablo, 
    muslos por todas partes, 
    multiplicados, 
    empalizada de muslos 
    alrededor del solitario, 
    abrazo de muslos lentos 
    al desesperado. 
    Muslos de mujer mordida 
    retorciéndose y matando. 

    Brasa de muslos 
    en la cama del casto. 
    Sábanas con piel de muslo, 
    musgo de muslo en la mano. 
    Muslos que querían muslos, 
    boca que quería estrago, 
    vara de carne maciza 
    sobre los muslos sonando. 
    Y yo volviendo, 
    entrando, 
    y tus muslos abiertos 
    pozo de los ojos cerrados, 
    sombra de la lumbre con hambre, 
    muslos derramados. 
    Hora de la cabeza caída, 
    tiempo amargo, 
    aquí estoy, aquí, largo, 
    tendido, extraño, 
    de piel de muslo rodeado, 
    de substancia dulce 
    y espeso caos. 
    Muslos con senos duros, 
    con leche, con sal, untados 
    de olor, sangrados, 
    con toda mujer, con hombros, 
    con espaldas; como brazos, 
    como pitones quebrados, 
    pero muslos, pero vivos, 
    dulcísimos, apretados. 

    Morir de asfixia, 
    de muerte de muslo, blando 
    lecho derribado, 
    de muerte de agua sonora 
    en el corazón sonando, 
    de muslos, de muerte obscura 
    obscureciendo y sonando. 
    Morir de oídos sombríos 
    contigo, hogar de sangre, 
    lívidos, acabando.

    • Dulces muslos deseados, 
      íntima piel suave, 
      mujer en muslos dulces, 
      ¿dónde estás? ¿Qué ha quedado 
      de ti? Para mi boca 
      el aire calcinado. 
      Muslos de amor, 
      amantes, apretados, 
      tiernos, desnudos, sellados. 
      Esbeltos de mis ojos, 

    • Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe con las manos. 

    • Trato de escribir en la oscuridad tu nombre. Trato de escribir que te amo. Trato de decir a oscuras todo esto. No quiero que nadie se entere, que nadie me mire a las tres de la mañana paseando de un lado a otro de la estancia, loco, lleno de ti, enamorado.

    • La luna se puede tomar a cucharadas 
      o como una cápsula cada dos horas. 
      Es buena como hipnótico y sedante 
      y también alivia 
      a los que se han intoxicado de filosofía. 
      Un pedazo de luna en el bolsillo 
      es mejor amuleto que la pata de conejo: 

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