Entonces se enviaban suspiros en las rosas, de Jaime Sabines | Poema

    Poema en español
    Entonces se enviaban suspiros en las rosas

    Entonces se enviaban suspiros en las rosas, 
    besos-palomas de balcón a balcón. 
    Pero la sucia noche revolvía alfileres, 
    sábanas, rezos, cruces, luto de amor. 

    Caras agrias, en sombra, el deseo encendió. 
    (Cuántos hijos tirados en paredes, 
    pañuelos, muslos, manos, por Dios!) 

    muro de agua, la angustia, se levantó. 
    Humo rojo en mis venas. Transfigurado cielo. 
    De polvo a polvo soy. 

    • Dulces muslos deseados, 
      íntima piel suave, 
      mujer en muslos dulces, 
      ¿dónde estás? ¿Qué ha quedado 
      de ti? Para mi boca 
      el aire calcinado. 
      Muslos de amor, 
      amantes, apretados, 
      tiernos, desnudos, sellados. 
      Esbeltos de mis ojos, 

    • Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe con las manos. 

    • Trato de escribir en la oscuridad tu nombre. Trato de escribir que te amo. Trato de decir a oscuras todo esto. No quiero que nadie se entere, que nadie me mire a las tres de la mañana paseando de un lado a otro de la estancia, loco, lleno de ti, enamorado.

    • La luna se puede tomar a cucharadas 
      o como una cápsula cada dos horas. 
      Es buena como hipnótico y sedante 
      y también alivia 
      a los que se han intoxicado de filosofía. 
      Un pedazo de luna en el bolsillo 
      es mejor amuleto que la pata de conejo: 

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