La extraña luz, de Javier Egea | Poema

    Poema en español
    La extraña luz

    Qué luz extraña, dime, ha poblado este cuerpo 
    repetido en portales, escaparates, brumas, 
    ingenuo paseante de la ciudad, hermano, 
    caminante del mismo aturdimiento 
    que estos siglos de expolio pusieron en los ojos, 
    qué luz extraña, dime, 
    hay en la soledad y en la memoria? 

    Así nos fuimos viendo nítidamente fríos, 
    enfrentados, 
    de una margen a otra de la calle en ruinas, 
    con la clarividencia de los obreros viejos 
    que abanderan los pasos del taller a la muerte 
    aprendiendo el futuro. 

    Sobre nosotros pasan los balcones cerrados, 
    las farolas con frío, 
    los aleros mellados y este viento, 
    como un enjambre inhóspito, 
    y la piel de la tierra huele a ropa quemada, 
    mas tiritan los huesos 
    y hay tan sólo el calor de la sangre que alumbra 
    desde el abrazo grande de tu fuerza y la mía. 

    Es cierto que la historia 
    nos condenó a las calles ateridas 
    y no el azar que llega maldito restallando. 

    ¿Qué luz extraña, dime, 
    hay en la soledad y en la memoria? 
    Hoy supimos, mirándonos las manos, 
    a pesar del estrago y las ojeras mustias, 
    al fin reconocidas, 
    que siempre es tarde, siempre, para volver a casa 
    como se vuelve al sitio de las túnicas rotas, 
    de las máscaras frías, 
    del polvo atrincherado, 
    de los andrajos de la luz.