Krishna o los deseos, de Javier Heraud | Poema

    Poema en español
    Krishna o los deseos

       I 


    No deseo la victoria. 
    La victoria es siempre pasajera, 
    no queda después sino la muerte, 
    el regocijo, el gozo falso de la vida: 
    una hierba caída sobre el hombro, 
    un refugio que aguarda su retorno, 
    un escondido llanto después de la 
    batalla y la victoria. 
    Un vaso palpitante, 
    un cuerpo en perpetuo movimiento, 
    un cenicero vacío eternamente 
    son más efímeros quo la victoria, 
    efímera y vana, cansada y agotante. 
    Difícil es remar a remo suelto, 
    difícil llenar el vaso lleno, 
    difícil cambiar el tiempo ajeno. 
    No deseo la victoria ni la muerte, 
    no deseo la derrota ni la vida, 
    sólo deseo el árbol y su sombra, 
    la vida con su muerte. 



       II 


    No deseo los reinos. 
    Un reino es siempre mensurable: 
    tantos metros y distancias, 
    tantos bueyes y caballos lo 
    separan de otros reinos pasajeros. 
    No deseo ningún reino: 
    mi único reino es mi corazón cantando, 
    es mi corazón hablando, 
    mi único reino es mi corazón llorando, 
    es mi corazón mojado: 
    mi reino es mi seco corazón (ya lo dije) 
    mi corazón es el único reino 
    indivisible, 
    el único reino que nunca nos traiciona, 
    mi reino y mi corazón, 
    (ya tengo el corazón) 
    no deseo los reinos si tengo mi 
            pecho y mi garganta, 
    no deseo los valles ni los reinos. 



       III 


    No deseo los placeres. 
    No existe el placer sino la duda, 
    no existe el placer sino la muerte, 
    no existe el placer sino la vida. 
    (El mar lavará mi espíritu en las arenas, 
    lo lava todos los días en el recuerdo, 
    lo ha lavado con palabras, 
    el mar no es un placer sino una vida). 
    El mar es el reino de la soledad y el naufragio. 



       IV 


    No deseo sino la vida, 
    no deseo sino la muerte. 



       V 


    Descansar en el valle 
    que baña el río todas las tardes, 
    en las arenas que cubre el. mar 
    todas las noches, 
    en el viento que sopla en los ojos, 
    en la vida que alienta ya sin fuego, 
    en la muerte que respira el aire lleno, 
    en mi corazón que vive y muere diariamente.