Ahora que ya te fuiste, te diré que te quiero. Ahora que no me oyes, ya no debo callar. Tú seguirás tu vida y olvidarás primero... Y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar.
Hay un amor tranquilo que dura hasta la muerte, y un amor tempestuoso que no puede durar. Acaso aquella noche no quise retenerte... y ahora estoy recordándote a la orilla del mar.
Tú, que nunca supiste lo que yo te quería, quizás entre otros brazos lograrás olvidar... Tal vez mires a otro, igual que a mí aquel día... Y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar.
El rumor de mi sangre va cantando tu nombre, y el viento de la noche lo repite al pasar. Quizás en este instante tú besas a otro hombre... Y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar...
Por un agua de hastío voy moviendo estos remos, que pasan tanto al irme y tan poco al volver; pero quizá un día no nos separaremos, mujer mía y ajena, como el amanecer.
Señora, según dicen, ya usted tiene otro amante, lástima que la prisa nunca sea elegante… Yo sé que no es frecuente que una mujer hermosa se resigne a ser viuda sin haber sido esposa.