Puedo tocar tu mano sin que tiemble la mía, y no volver el rostro para verte pasar. Puedo apretar mis labios un día y otro día... y no puedo olvidar.
Puedo mirar tus ojos y hablar frívolamente, casi aburridamente, sobre un tema vulgar, puedo decir tu nombre con voz indiferente... y no puedo olvidar.
Puedo estar a tu lado como si no estuviera, y encontrarte cien veces, así como al azar... puedo verte con otro, sin suspirar siquiera, y no puedo olvidar.
Ya vez: Tú no sospechas este secreto amargo, más amargo y profundo que el secreto del mar... porque puedo dejarte de amar, y sin embargo... ¡no te puedo olvidar!
Señora, según dicen, ya usted tiene otro amante, lástima que la prisa nunca sea elegante… Yo sé que no es frecuente que una mujer hermosa se resigne a ser viuda sin haber sido esposa.