La sed insaciable, de José Ángel Buesa | Poema

Te digo adiós, y acaso te quiero todavía. 
Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós. 
No sé si me quisiste... No sé si te quería... 
O tal vez nos quisimos demasiado los dos. 

Vuestro amigo, es la respuesta a vuestras necesidades. 
Es vuestro campo, que sembráis con amor, 
y cosecháis con gratitud. 
Y es vuestra mesa, 
y el fuego de vuestro hogar. 
Porque acudís a él para saciar vuestra hambre. 
y lo buscáis en procura de paz. 

Era mi amiga, pero yo la amaba 
yo la amaba en silencio puramente, 
y mientras sus amores me contaba 
yo escuchaba sus frases tristemente. 

Pasarás por mi vida sin saber que pasaste. 
Pasarás en silencio por mi amor y, al pasar, 
fingiré una sonrisa como un dulce contraste 
del dolor de quererte... y jamás lo sabrás. 

Esta noche pasaste por mi camino
y me tembló en el alma no sé qué afán
pero yo estoy consciente de mi destino
que es mirarte de lejos y nada más.

Yo la amé, y era de otro, que también la quería. 
Perdónala Señor, porque la culpa es mía. 

Después de haber besado sus cabellos de trigo, 
nada importa la culpa, pues no importa el castigo. 

Desde este mismo instante seremos dos extraños 
por estos pocos días, quien sabe cuántos años... 
yo seré en tu recuerdo como un libro prohibido 
uno de esos que nadie confiesa haber leído. 

Quizás estando sola, de noche, en tu aposento 
oirás que alguien te llama sin que tu sepas quién 
y aprenderás entonces, que hay cosas como el viento 
que existen ciertamente, pero que no se ven...