Recuerdo bien que te cerré la puerta. Sé que llamaste, y sé que no te abrí... Y ahora miro la puerta, y está abierta, y te siento de pronto junto a mí.
Mi corazón, un día, tuvo un ansia suprema, que aún hoy lo embriaga cual lo embriagara ayer; Quería aprisionar un alma en un poema, y que viviera siempre... Pero no pudo ser.
Donde quiera en las noches se abrirá una ventana o una puerta cualquiera de una calle lejana, no importa dónde ni cuándo, puede ser donde quiera: ni menos en otoño, ni más en primavera.