Marchitas ya las juveniles flores, nublado el sol de la esperanza mía, hora tras hora cuento, y mi agonía crecen, y mi ansiedad y mis dolores. Sobre terso cristal, ricos colores pinta alegre, tal vez, mi fantasía, cuando la dura realidad sombría mancha el cristal y empaña sus fulgores.
Los ojos vuelvo en incesante anhelo, y gira en torno indiferente el mundo y en torno gira indiferente el cielo.
A ti las quejas de mi mal profundo, hermosa sin ventura, yo te envío. Mis versos son tu corazón y el mío.
¡Oh, Teresa! ¡Oh, dolor! Lágrimas mías ¡ah!, ¿dónde estáis, que no corréis a mares? ¿Por qué, por qué como en mejores días no consoláis vosotras mis pesares? ¡Oh, los que no sabéis las agonías de un corazón que penas a millares,
Me gusta ver el cielo con negros nubarrones y oír los aquilones horrísonos bramar, me gusta ver la noche sin luna y sin estrellas, y sólo las centellas la tierra iluminar.
y extático ante ti me atrevo a hablarte: ardiente como tú mi fantasía, arrebatada en ansia de admirarte intrépidas a ti sus alas guía. ¡Ojalá que mi acento poderoso, sublime resonando, del trueno pavoroso la temerosa voz sobrepujando,
Marchitas ya las juveniles flores, nublado el sol de la esperanza mía, hora tras hora cuento, y mi agonía crecen, y mi ansiedad y mis dolores. Sobre terso cristal, ricos colores pinta alegre, tal vez, mi fantasía, cuando la dura realidad sombría