Has llegado a mi vida sin avisar, sin llamar a la puerta, con tus botas gastadas, con tu sonrisa herida, y has derribado de un soplo la muralla de tinta y de papel que protegía mi mundo. ¡Era tan grata tanta soledad! Pronto te irás. Adiós, adiós. ¿Qué me dejarás cuando te vayas? ¿Sólo dolor mientras se desvanece ese olor a infancia y paraíso que has traído contigo? Mi corazón, hotel de pocas noches. Te acaricio y sonrío. Ya sé que estás de paso. Que te dejas querer un poco por piedad, por gratitud, que abandonas tu cuerpo como un dócil juguete mientras que tú te ausentas, cierras los ojos, piensas en quienes has amado, en quien secretamente deseas, nunca en mí. Pero estás en mis brazos, no en los suyos. Ya sé que vivo de prestado, nunca pude vivir de otra manera. Cuando te hago reír, cuando distraído sonríes, cuando me veo reflejado en tus ojos (también cuando muy lejos y a mi lado pareces ser feliz), el mundo se detiene y baila sobre un pie.
Por odio de lo fácil detesto la aventura. ¿Qué mayor aventura que abrir una ventana, mirar pasar las nubes mientras pasa la tarde, acariciar tu pelo, acostarse temprano, escuchar una voz que canta en otro siglo? Por odio de lo fácil. Déjame que sonría
Has llegado a mi vida sin avisar, sin llamar a la puerta, con tus botas gastadas, con tu sonrisa herida, y has derribado de un soplo la muralla de tinta y de papel que protegía mi mundo. ¡Era tan grata tanta soledad!