Banquete de tiranos, de José Martí | Poema

    Poema en español
    Banquete de tiranos

    Hay una raza vil de hombres tenaces 
    de sí propios inflados, y hechos todos, 
    todos del pelo al pie, de garra y diente; 
    y hay otros, como flor, que al viento exhalan 
    en el amor del hombre su perfume. 
    Como en el bosque hay tórtolas y fieras 
    y plantas insectívoras y pura 
    sensitiva y clavel en los jardines. 
    De alma de hombres los unos se alimentan: 
    los otros su alma dan a que se nutran 
    y perfumen su diente los glotones, 
    tal como el hierro frío en las entrañas 
    de la virgen que mata se calienta. 

    A un banquete se sientan los tiranos, 
    pero cuando la mano ensangrentada 
    hunden en el manjar, del mártir muerto 
    surge una luz que les aterra, flores 
    grandes como una cruz súbito surgen 
    y huyen, rojo el hocico, y pavoridos 
    a sus negras entrañas los tiranos. 
    Los que se aman a sí, los que la augusta 
    razón a su avaricia y gula ponen: 
    los que no ostentan en la frente honrada 
    ese cinto de luz que en el yugo funde 
    como el inmenso sol en ascuas quiebra 
    los astros que a su seno se abalanzan: 
    los que no llevan del decoro humano 
    ornado el sano pecho: los menores 
    y los segundones de la vida, sólo 
    a su goce ruin y medro atentos 
    y no al concierto universal. 

    Danzas, comidas, músicas, harenes, 
    jamás la aprobación de un hombre honrado. 
    Y si acaso sin sangre hacerse puede, 
    hágase... clávalos, clávalos 
    en el horcón más alto del camino 
    por la mitad de la villana frente. 
    A la grandiosa humanidad traidores, 
    como implacable obrero 
    que un féretro de bronce clavetea, 
    los que contigo 
    se parten la nación a dentelladas.