Me desperté dos veces esta noche, y caminé lentamente hacia la ventana, los faroles en la ventana, el retazo de la frase dicha en el sueño, reduciéndose a la nada, semejante a los puntos suspensivos que no me calman. Soñé contigo, estabas embarazada, y después de haber vivido tantos años separados, sentía culpa, y mi mano tocando tu vientre con alegría, pero en realidad, me encontraba buscando los pantalones y el interruptor. Dirigiéndome hacia la ventana, sabía que te dejaba sola, allá, en la oscuridad, en el sueño, donde me esperabas paciente, y me culpabas, cuando volvía, por la interrupción premeditada. Pues en la oscuridad —se prolonga lo que se desprendió del día. Allá, estamos casados, comprometidos, somos esos monstruos de doble espalda, y niños para justificar nuestra desnudez. En una noche futura, de nuevo llegarás cansada, flaca, y yo veré al hijo o la hija, todavía sin nombre —y entonces no me arrojaré sobre el interruptor y ya no extenderé la mano, no puedo dejarlas en el reino de las sombras y en silencio ante la barrera de los días que desembocan en la dependencia de la realidad, y en mi apatía ante ella.
Me desperté dos veces esta noche, y caminé lentamente hacia la ventana, los faroles en la ventana, el retazo de la frase dicha en el sueño, reduciéndose a la nada, semejante a los puntos suspensivos que no me calman. Soñé contigo, estabas embarazada,
Yo te saludo, pasados dos mil años. También tú fuiste marido de una puta. Es algo que tenemos en común. Por lo demás, en torno a ti está tu urbe. Estruendo, coches, chusma con jeringas en húmedos portales, ruinas. Yo, un viajero del montón,