Se pasa de inocente a culpable en un segundo. El tiempo es así, torcazas que cantan en un árbol cansado. La carne piensa y no llora. Pensar es ver la nada que nota en una cucharada de sopa. El dolor no se olvida de uno. Sombras ahí, distancias, superficies, olor a sospechas podridas, congojas que no mueven los pies. El tiempo borra el sudor frío del alma y si hace falta el alma. Pega con el leve sonido a compañeros colgados en la noche, son urgentes, hacen un país que nadie conoce en el camino que empieza donde acaba la lengua del empujado. Están tendidos en las jaulas de la sensación. Hay miedo en la memoria prohibida, el sabor del día que se distrajo y abre de repente los deseos de ayer. Una luna enorme finge acompañamientos. Vuela la pérdida ojos adentro como la longura de un pájaro azul. Los compañeros, ¿están despiertos para que pregunte quién soy? ¿No duermen en lo que es no es? Las calles sucias de amanecer son un error. La emoción entre mi vida y la conciencia de mi vida es una continuidad que no me pertenece. Agradezco el saltito del pájaro en la rama que abriga cuando el cuarto que abandono navega en sales, brumas, el espanto y mi pecho metido en el polvo. Y yo al revés.
La tarde bajaba por esa calle junto al puerto Con paso lento, balanceándose, llena de olor, Las viejas casas palidecen en tardes como ésta, Nunca es mayor su harapienta melancolía Ni andan más tristes de paredes,
Un hombre deseaba violentamente a una mujer, a unas cuantas personas no les parecía bien, un hombre deseaba locamente volar, a unas cuantas personas les parecía mal, un hombre deseaba ardientemente la Revolución y contra la opinión de la gendarmería