Viendo a la gente andar, ponerse el traje, el sombrero, la piel y la sonrisa, comer sobre los platos dulcemente, afanarse, correr, sufrir, dolerse, todo por un poquito de paz y de alegría, viendo a la gente, digo, no hay derecho a castigarle el hueso y la esperanza, a ensuciarle los cantos, a oscurecerle el día, viendo, sí, cómo la gente llora en los rincones más oscuros del alma y sin embargo sabe reír y sabe andar derecho, viendo a la gente, bueno, viéndola tener hijos y esperar y siempre creer que van a mejorar las cosas y viéndola pelear por sus riñones, digo gente, qué hermoso andar contigo a descubrir la fuente de lo nuevo, a arrancar la felicidad, a traer el fruto sobre el lomo, hablar familiarmente con el tiempo y saber que acabaremos y de una buena vez por ser dichosos, qué hermoso, digo, gente, qué misterio vivir tan castigado y cantar y reír, ¡qué asunto raro!
La tarde bajaba por esa calle junto al puerto Con paso lento, balanceándose, llena de olor, Las viejas casas palidecen en tardes como ésta, Nunca es mayor su harapienta melancolía Ni andan más tristes de paredes,
Un hombre deseaba violentamente a una mujer, a unas cuantas personas no les parecía bien, un hombre deseaba locamente volar, a unas cuantas personas les parecía mal, un hombre deseaba ardientemente la Revolución y contra la opinión de la gendarmería