Viendo a la gente andar, ponerse el traje, el sombrero, la piel y la sonrisa, comer sobre los platos dulcemente, afanarse, correr, sufrir, dolerse, todo por un poquito de paz y de alegría, viendo a la gente, digo, no hay derecho a castigarle el hueso y la esperanza, a ensuciarle los cantos, a oscurecerle el día, viendo, sí, cómo la gente llora en los rincones más oscuros del alma y sin embargo sabe reír y sabe andar derecho, viendo a la gente, bueno, viéndola tener hijos y esperar y siempre creer que van a mejorar las cosas y viéndola pelear por sus riñones, digo gente, qué hermoso andar contigo a descubrir la fuente de lo nuevo, a arrancar la felicidad, a traer el fruto sobre el lomo, hablar familiarmente con el tiempo y saber que acabaremos y de una buena vez por ser dichosos, qué hermoso, digo, gente, qué misterio vivir tan castigado y cantar y reír, ¡qué asunto raro!
en el gran cielo de la poesía/ mejor dicho/ en la tierra o mundo de la poesía que incluye cielos/astros dioses/mortales está cantando el ruiseñor de Keats/ siempre/
Un hombre deseaba violentamente a una mujer, a unas cuantas personas no les parecía bien, un hombre deseaba locamente volar, a unas cuantas personas les parecía mal, un hombre deseaba ardientemente la Revolución y contra la opinión de la gendarmería