Sin saber para quien, Envío esta carta en el buzón del viento. Oscuros hombres han merodeado a mi puerta Con gabanes abulados por la escuadra de una lugger, Y en la noche, mientras leía a mis viejos poetas enlunados, Una legión de sombras ha roto mi ventana.
No son duendes. No son fantasmas los habitantes de este ebrio ricón del mundo, Y sin embargo, Nos hemos visto dando nombres propios a un vacío: Hay un poblado de hombres desaparecidos Y es frecuente escuchar en las calles y en los bares A las gentes que hablan de abandonar un país como un barco que naufraga.
Sin saber para quién, Escribo esta carta puesta en el buzón del viento, Desde una nación donde alguien proscribe el sueño, Donde gotea el tiempo como lluvia envilecida Y la risa es condenada por traición a los espejos.
No sé a quién pedirle que abra su ventana Para que entre esta carta puesta en el buzón del viento.
Primero haremos, si el Cabildo de la ciudad lo permite, el caballo. Un alazán en bronce con sus patas delanteras levantadas Como ejemplo para cruzar obstáculos y abismos. Luego fundiremos el hombre,
Sin saber para quien, Envío esta carta en el buzón del viento. Oscuros hombres han merodeado a mi puerta Con gabanes abulados por la escuadra de una lugger, Y en la noche, mientras leía a mis viejos poetas enlunados, Una legión de sombras ha roto mi ventana.
La ciudad que me rodea Y se duplica en los charcos de la lluvia Tiene un ropaje de sombras. El viento que viene del páramo de Cruz Verde Con su negro levitón nocturno Rasguña los vitrales de la casa,
Estos zapatos Me acompañaron a un estanque Donde el único sonido lo hacían Dios Y un caballo tragalunas. Alguna vez se empinaron Frente a una madona de cabaret, Una mujer que parecía Subida en dos gatos de lomos erizados.