Aria de media noche, de Leopoldo Lugones | Poema

    Poema en español
    Aria de media noche

    Luna, son las doce. 
    Con feliz auspicio, 
    deja que te goce 
    mi encanto novicio. 

    En mi astral vigilia 
    que tu amor se digne. 
    Darme la honra insigne 
    de hablarte en familia. 

    Permite que inciense 
    tu faz de magnesia, 
    mi amor ateniense 
    postrado en tu iglesia. 

    Mi fiel sacerdocio, 
    por tu azul parroquia, 
    rima y soliloquia 
    los versos del ocio; 

    que al pálido tedio 
    de tu luz inútil, 
    dan por intermedio 
    su música fútil. 

    Cuando en mi ventana 
    la honda madreselva 
    el rostro te envuelva 
    como a una sultana; 

    y tu prez excelsa 
    me entregues por premio, 
    cual lánguida Elsa 
    de mi amor bohemio; 

    captaré la clave 
    de tu eterna magia 
    que el amor presagia 
    con beleño suave. 

    Con ojeras lilas 
    tu hondo sortilegio 
    turba a las pupilas 
    del casto colegio. 

    La precoz alumna 
    que el amor desvela, 
    tu disco recela 
    tras de una columna. 

    Sé buena y otorga 
    tu gracia a su empeño. 
    Como astral pandorga 
    remonta su ensueño. 

    Que asaz te recuerde 
    sobre el clavicordio, 
    en lírico exordio 
    con su pisaverde. 

    Que haciendo a tu imagen 
    religiosa venia, 
    sus manos se cuajen 
    en luna y gardenia. 

    Y cuando sucumba 
    su virtud indemne, 
    la noche solemne 
    cávale por tumba. 

    Plenitud oblonga 
    de deidad adulta, 
    tu esplendor prolonga 
    con virtud oculta. 

    Cuando ancha y sanguínea 
    surges del abismo. 
    Trama un cataclismo 
    tu mágica línea. 

    El funesto buho 
    desde su ramaje 
    con lúgubre dúo 
    divulga tu ultraje. 

    La temprana alondra, 
    con pueril festejo, 
    en tu claro espejo 
    vibra y se atolondra; 

    Y en el lago, donde 
    la cigüeña ayuna, 
    el cisne es Vizconde 
    de la Blanca Luna. 

    Tu presencia obtiene. 
    deslumbrante y sola. 
    Como una gran bola 
    la risa del nene. 

    Vuelve el arte eximia 
    su vasta liturgia 
    con la noble alquimia 
    de tu metalurgia. 

    Y al mísero burgo 
    con su oca y su cabra, 
    en jaspe lo labra 
    tu oro taumaturgo. 

    Tu misericordia 
    seráfica, absorbe 
    en igual concordia 
    los pueblos del orbe. 

    Su cuño no cambia 
    tu libra esterlina, 
    ya sea en la China 
    o en la Senegambia. 

    Cuando en tai alta empresa 
    mi orgullo se esponje, 
    yo seré tu monje 
    si tú mi abadesa. 

    Por eso ante el vulgo 
    que te hace ludibrio 
    tu valor promulgo 
    con justo equilibrio. 

    Con versos sonoros 
    deja, pues, que adorne, 
    tu cuarto bicorne. 
    Tu cabal as de oros. 

    Luna, ya es la una, 
    sopla tu candil. 
    Escuálida luna, 
    mi luna de abril.