texto_poema
Con el lúcido temblor de la lágrima al brotar, aparece sobre el mar la estrella del pescador.
Su desnudez sin un tul, purifica al cielo inmenso, que así la adora, suspenso en un éxtasis azul;
mientras la tarde amorosa templa su oro veraniego, y en un suspiro de fuego la absorbe como a una rosa.
El pausado mar del Este, que a su rayo se nivela, le alza, temblando en su estela, larga mirada celeste;
o hinchando en son de huracán sus olas occidentales, le arroja randas y chales con largueza de sultán.
Elevándose después, más dulce alumbra la estrella, y la noche, en torno de ella, se azula como un ciprés.
Y agranda su claridad, tan profunda y tan inmensa, que parece que la piensa su divina obscuridad.