I
A tu punzante sorna
de aventurera avispa,
la luna en loca chispa
de tus ojos, se torna.
Tu gracia superfina
da un insinuante tufo
al cefirillo bufo
que infla tu crinolina.
Arlequín mequetrefe,
con mano afable y luenga,
te subraya su arenga
finchado como un jefe.
Pierrot borracho y sucio
de vino y de berrinche,
ante el feliz compinche
se araña el occipucio.
Esbozan sus afanes
mímicas morondangas
que amplían en sus mangas
alados ademanes.
Su pantomima es queja
que en necio mixtifori,
gime, y te. llama Clori
plagiando una oda vieja.
El lúgubre jengibre
de su embriaguez acerba
pone en su muda verba
loas de gran calibre.
Como a hermana de Euterpe,
por musa te idolatra;
o te sueña Cleopatra
para tornarse sierpe.
Y su amor, poco ducho
del poético ripio,
se arde desde el principio
con su último cartucho.
En tiránica sede
frustra su ojo lascivo
tu escarpín evasivo
provocándole adrede.
O en huracán de cintas,
súbitamente loca,
con tu pintada boca
los pómulos le pintas;
(Bien que en el mismo elogio
de ese fugaz almagre,
él perciba el vinagre
de su martirologio).
II
Mas ya en celosa angurria
traba Arlequín los ojos,
y líricos enojos
te rasca en su bandurria.
Y el gran Polichinela,
rojo como una antorcha,
a tu salud descorcha
su frasco de mistela.
Como un hechizo corre
su erótico menjurje
y su joroba surge
bella como una torre,
que asiéndote a su cuello
con audacias modernas.
Le oprimes con tus piernas
como a un feliz camello.
Cuando el licor te raspe
la lengua, a tu capricho
la luna alzará un nicho
con su pálido jaspe;
y en amoroso indulto
querrás (in vino veritas)
que con gracias pretéritas
pierrot te rinda culto.
Pero a tu amor, en tanto,
polichinela inculca
pavores de trifulca
con celoso quebranto.
Sospechando de befa
la esclavitud que le unce,
el entrecejo frunce
cual lóbrega cenefa;
Y Arlequín, con remedos
de militar saínete,
para un lance a florete
se ensortija los dedos.
Los dos gruñen tan malos,
que quizá en el destozo,
tu mudo y blanco mozo
lleva tras cuernos palos.
Mas, tu ira les espeta
su mortífera pulla
en el grito de grulla
que fragua tu corneta;
y acabando la intriga
con amoroso ahínco,
te escapas en un brinco
que hace brillar tu liga.
III
para un dulce misterio
de aventura española,
de capa, estoque y viola
pierrot te aguarda en serio.
Mientras fiel al destino
te suspiraba en vela,
trocó a la luna en muela
del clásico molino.
La noche fue la tolva,
las estrellas el grano
con cuya harina, ufano
de su invención, se empolva.
Con su molino espúreo.
La luna, en noble hallazgo,
os prepara el hartazgo
de un almuerzo epicúreo.
Cuando la roa el cuarto
menguante, en otro esfuerzo
variaréis ese almuerzo
con un nuevo reparto.
En la sombra infinita
donde su luz se extingue,
la luna echará un pringue
vivaz, de carpa frita;
y amagará la hartura,
cuando en tomo a esa carpa,
trinando como un arpa
pulule la fritura.
Sólo la luna nueva
finge a tus ambiciones
las gratas tentaciones
que ama toda hija de Eva.
Mientras el novilunio
la cierra como a una ostra
tu pobre amante arrostra
durmiendo, su infortunio.
A los deberes sorda.
Ostenta con astucia,
tu petulante argucia,
tu pantorrilla gorda.
Y mientras Pierrot yace
como un blancuzco espárrago,
dile en risueño fárrago
su requiescat in pace.
Vibren tus lentejuelas,
vuelen tus escarpines,
en busca de Arlequines
y de Polichinelas.
Vuelve a correr la tuna,
déjate hacer la corte,
y pon a tu consorte
los cuernos... de la luna.