Hay días en que abro los ojos y pareces la simple proyección de la luz que da en ti. Eres esa película de misterio en que haces el papel de otra tú que me tiene intrigado. Y no hay mejor actriz metida en otra piel ni mejor argumento que verte así, dormida. Apenas si te mueves, o no te mueves nada, pero todo sucede con un fatal designio. Qué vértigo de imágenes vagamente intuidas temblorosas refulgen un instante en tu piel. ¿Quién es aquella huyendo por detrás de tus párpados? ¿a qué da esa ventana? ¿qué objeto allí destella? Tenso, expectante, absorto, ato cabos y pistas intrigado en saber el final de la trama. Te despiertas, entonces, perezosa y preguntas con perfecta inocencia un sencillo: «¿Qué miras?»
Se ha cometido un crimen y tú eres, a la vez, el escenario, el cuerpo y quien esconde el arma.
¿De dónde hemos salido tantos muertos con este falso aspecto de turistas? Un reluciente sol, con un brillo de plástico, incongruente en medio del invierno implacable, se ha sumado a la farsa y prodiga una luz que no calienta.
Hay días en que abro los ojos y pareces la simple proyección de la luz que da en ti. Eres esa película de misterio en que haces el papel de otra tú que me tiene intrigado. Y no hay mejor actriz metida en otra piel