Como leve sonido: hoja que roza un vidrio, agua que acaricia unas guijas, lluvia que besa una frente juvenil;
como rápida caricia: pie desnudo sobre el camino, dedos que ensayan el primer amor, sábanas tibias sobre el cuerpo solitario;
como fugaz deseo: seda brillante en la luz, esbelto adolescente entrevisto, lágrimas por ser más que un hombre;
como esta vida que no es mía y sin embargo es la mía, como este afán sin nombre que no me pertenece y sin embargo soy yo;
como todo aquello que de cerca o de lejos me roza, me besa, me hiere, tu presencia está conmigo fuera y dentro, es mi vida misma y no es mi vida, así como una hoja y otra hoja son la apariencia del viento que las lleva.
Derriban gigantes de los bosques para hacer un durmiente, derriban los instintos como flores, deseos como estrellas para hacer sólo un hombre con su estigma de hombre.
En ocasiones, raramente, solía encenderse el salón al atardecer, y el sonido del piano llenaba la casa, acogiéndome cuando yo llegaba al pie de la escalera de mármol hueca y resonante, mientras el resplandor vago de la luz que se deslizaba allá arriba en la galería, me aparecía como un cuerpo imp
Unos cuerpos son como flores, otros como puñales, otros como cintas de agua; pero todos, temprano o tarde, serán quemaduras que en otro cuerpo se agranden, convirtiendo por virtud del fuego a una piedra en un hombre.
¿Recuerdas tú, recuerdas aun la escena a que día tras día asististe paciente en la niñez, remota como sueño de alba? El silencio pesado, las cortinas caídas, el círculo de luz sobre el mantel, solemne como paño de altar, y alrededor sentado
La noche por ser triste carece de fronteras. Su sombra en rebelión como la espuma, rompe los muros débiles avergonzados de blancura; noche que no puede ser otra cosa sino noche.
No me queréis, lo sé, y que os molesta cuanto escribo. ¿Os molesta? Os ofende. ¿Culpa mía tal vez o es de vosotros? Porque no es la persona y su leyenda lo que ahí, allegados a mí, atrás os vuelve. Mozo, bien mozo era, cuando no había brotado