Es lástima que fuera mi tierra, de Luis Cernuda | Poema

    Poema en español
    Es lástima que fuera mi tierra

    A Carlos Otero 
     
    Cuando allá dicen unos 
    que mis versos nacieron 
    de la separación y la nostalgia 
    por la que fue mi tierra, 
    ¿Sólo la más remota oyen entre mis voces? 
    Hablan en el poeta voces varias: 
    escuchemos su coro concertado, 
    adonde la creída dominante 
    es tan sólo una voz entre las otras. 

    Lo que el espíritu del hombre 
    ganó para el espíritu del hombre 
    a través de los siglos, 
    es patrimonio nuestro y es herencia 
    de los hombres futuros. 
    Al tolerar que nos lo nieguen 
    y secuestren, el hombre entonces baja, 
    ¿Y cuánto?, en esa dura escala 
    que desde el animal llega hasta el hombre. 

    Así ocurre en tu tierra, la tierra de los muertos, 
    adonde ahora todo nace muerto, 
    vive muerto y muere muerto; 
    pertinaz pesadilla: procesión ponderosa 
    con restaurados restos y reliquias, 
    a la que dan escolta hábitos y uniformes, 
    en medio del silencio: todos mudos, 
    desolados del desorden endémico 
    que el temor, sin domarlo, así doblega. 

    La vida siempre obtiene 
    revancha contra quienes la negaron: 
    la historia de mi tierra fue actuada 
    por enemigos enconados de la vida. 
    El daño no es de ayer, ni tampoco de ahora, 
    sino de siempre. Por eso es hoy. 
    La existencia española, llegada al paroxismo, 
    estúpida y cruel como su fiesta de los toros. 

    Un pueblo sin razón, adoctrinado desde antiguo 
    en creer que la razón de soberbia adolece 
    y ante el cual se grita impune: 
    muera la inteligencia, predestinado estaba 
    a acabar adorando las cadenas 
    y que ese culto obsceno le trajese 
    .Adonde hoy le vemos: en cadenas, 
    sin alegría, libertad ni pensamiento. 

    Si yo soy español, lo soy 
    a la manera de aquellos que no pueden 
    ser otra cosa: y entre todas las cargas 
    que, al nacer yo, el destino pusiera 
    sobre mí, ha sido ésa la más dura. 
    No he cambiado de tierra, 
    porque no es posible a quien su lengua une, 
    hasta la muerte, al menester de poesía. 

    La poesía habla en nosotros 
    la misma lengua con que hablaron antes, 
    y mucho antes de nacer nosotros, 
    las gentes en que hallara raíz nuestra existencia; 
    no es el poeta sólo quien ahí habla, 
    sino las bocas mudas de los suyos 
    a quienes él da voz y les libera. 

    ¿Puede cambiarse eso? Poeta alguno 
    su tradición escoge, ni su tierra, 
    ni tampoco su lengua; él las sirve, 
    fielmente si es posible. 
    Mas la fidelidad más alta 
    es para su conciencia; y yo a ésa sirvo 
    pues, sirviéndola, así a la poesía 
    al mismo tiempo sirvo. 

    Soy español sin ganas 
    que vive como puede bien lejos de su tierra 
    sin pesar ni nostalgia. He aprendido 
    el oficio de hombre duramente, 
    por eso en él puse mi fe. Tanto que prefiero 
    no volver a una tierra cuya fe, si una tiene, dejó de ser la mía, cuyas maneras 
    rara vez me fueron propias, 
    cuyo recuerdo tan hostil se me ha vuelto 
    y de la cual ausencia y tiempo me extrañaron. 

    No hablo para quienes una burla del destino 
    compatriotas míos hiciera, sino que hablo a solas 
    (quien habla a solas espera hablar a Dios un día) 
    o para aquellos pocos que me escuchen 
    con bien dispuesto entendimiento. 
    Aquellos que como yo respeten 
    el albedrío libre humano 
    disponiendo la vida que hoy es nuestra, 
    diciendo el pensamiento al que alimenta nuestra vida. 

    ¿Qué herencia sino ésa recibimos? 
    ¿Qué herencia sino ésa dejaremos?

    • ¿Mi tierra? 
      Mi tierra eres tú. 

      ¿Mi gente? 
      Mi gente eres tú. 

      El destierro y la muerte 
      para mi están adonde 
      no estés tú. 

      ¿Y mi vida? 
      Dime, mi vida, 
      ¿qué es, si no eres tú?

    • En ocasiones, raramente, solía encenderse el salón al atardecer, y el sonido del piano llenaba la casa, acogiéndome cuando yo llegaba al pie de la escalera de mármol hueca y resonante, mientras el resplandor vago de la luz que se deslizaba allá arriba en la galería, me aparecía como un cuerpo imp

    • ¿Recuerdas tú, recuerdas aun la escena 
      a que día tras día asististe paciente 
      en la niñez, remota como sueño de alba? 
      El silencio pesado, las cortinas caídas, 
      el círculo de luz sobre el mantel, solemne 
      como paño de altar, y alrededor sentado 

    • No me queréis, lo sé, y que os molesta 
      cuanto escribo. ¿Os molesta? Os ofende. 
      ¿Culpa mía tal vez o es de vosotros? 
      Porque no es la persona y su leyenda 
      lo que ahí, allegados a mí, atrás os vuelve. 
      Mozo, bien mozo era, cuando no había brotado