Quizá mis lentos ojos no verán más el sur de ligeros paisajes dormidos en el aire, con cuerpos a la sombra de ramas como flores o huyendo en un galope de caballos furiosos.
El sur es un desierto que llora mientras canta, y esa voz no se extingue como pájaro muerto; hacia el mar encamina sus deseos amargos abriendo un eco débil que vive lentamente.
En el sur tan distante quiero estar confundido. La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta; su niebla misma ríe, risa blanca en el viento. Su oscuridad, su luz son bellezas iguales.
Diré cómo nacisteis, placeres prohibidos, como nace un deseo sobre torres de espanto, amenazadores barrotes, hiel descolorida, noche petrificada a fuerza de puños, ante todos, incluso el más rebelde, apto solamente en la vida sin muros.