Quizá tú no me viste, quizá nadie me viese tan perdido, tan frío en esta esquina. Pero el viento pensó que yo era piedra y quiso con mi cuerpo deshacerse.
Si pudiera encontrarte, quizá, si te encontrase, yo sabría explicarme contigo.
Pero bares abiertos y cerrados, calles de noche y día, estaciones sin público, barrios enteros con su gente, luces, teléfonos, pasillos y esta esquina, nada saben de ti.
Y cuando el viento quiere destruirse me busca por la puerta de tu casa.
Yo le repito al viento que si al fin te encontrase, que si tú aparecieses, yo sabría explicarme contigo.
Esta ciudad me mira con tus ojos, parpadea, porque ahora después de tanto tiempo veo otra vez el piano que sale de la casa y me llega de forma diferente,
Aquel temblor del muslo y el diminuto encaje rozado por la yema de los dedos, son el mejor recuerdo de unos días conocidos sin prisa, sin hacerse notar, igual que amigos tímidos.
Nunca he tenido dioses y tampoco sentí la despiadada voluntad de los héroes. Durante mucho tiempo estuvo libre la silla de mi juez y no esperé juicio en el que rendir cuentas de mis días.