Vieja lágrima, de Luis Gonzaga Urbina | Poema

    Poema en español
    Vieja lágrima

    Como en el fondo de la vieja gruta, 
    perdida en el riñón de la montaña, 
    desde hace siglos, silenciosamente, 
    cae una gota de agua, 
    aquí, en mi corazón oscuro y solo, 
    en lo más escondido de la entraña, 
    oigo caer, desde hace mucho tiempo, 
    lentamente, una lágrima. 
    ¿Por qué resquicio oculto se me filtra? 
    ¿De cuáles fuentes misteriosas mana? 
    ¿De qué raudal fecundo se desprende? 
    ¿Qué remoto venero me la manda? 
    ¡Quién sabe... ! Cuando niño, fue mi lloro 
    rocío celestial de la mañana; 
    cuando joven, fue nube de tormenta, 
    tempestad de pasión, lluvia de ansias. 
    Más tarde, en un anochecer de invierno, 
    mi llanto fue nevasca... 
    Hoy no lloro... Ya está seca mi vida 
    y serena mi alma. 
    Sin embargo... ¿Por qué siento que cae 
    así, lágrima a lágrima, 
    tal fuente inagotable de ternura, 
    tal vena de dolor que no se acaba? 
    ¡Quién sabe...! Yo no soy yo: son los que fueron; 
    mis genitores tristes; es mi raza; 
    los espíritus apesadumbrados, 
    las carnes flageladas; 
    milenarios anhelos imposibles, 
    místicas esperanzas, 
    melancolías bruscas y salvajes, 
    cóleras impotentes y selváticas. 
    Al engendrarme el sufrimiento humano, 
    en mí dejó sus marcas, 
    sus desesperaciones, sus angustias, 
    sus gritos, sus blasfemias, sus plegarias. 

    Es mi herencia, mi herencia la que llora 
    en el fondo del ánima; 
    mi corazón recoge, como un cáliz, 
    el dolor ancestral, lágrima a lágrima. 
    Así lo entregaré, cuando en su día, 
    del seno pudoroso de la amada, 
    corporizados besos, otros seres, 
    transformaciones de mi vida, salgan. 



    * * * 



    Estoy frente a mi mesa de trabajo. 
    La tarde es linda. Alumbra el sol mi estancia. 
    Afuera, en el jardín, oigo las voces 
    de los niños que ríen y que cantan. 
    y pienso: acaso, ¡pobres criaturas!, 
    sin daros cuenta, en medio a la algazara, 
    ya en vuestro corazón se filtra, 
    silenciosa y tenaz, la vieja lágrima... 

    • Fue en junio y a mediodía, 
      bajo el follaje sonoro 
      de un árbol, que parecía 
      gigantesco brazo moro 
      que de la tierra salía 
      para ofrecer su tesoro 
      a la inmensidad del cielo: 
      un verde y flotante velo 
      de luz, tramado de oro. 

    • A Ignacio M. Luchichi 
       
      Como al fondo del mar baja 
      el buzo en busca de perlas, 
      la inspiración baja a veces 
      al fondo de mis tristezas 
      para recoger estrofas 
      empapadas con mis penas. 
      Y en cada uno de mis versos